Un nuevo estudio plantea que volver a introducir la vacuna inyectada contra la polio, IPV, retirada en la década de 1960, podría acelerar la erradicación de la enfermedad.
La investigación, realizada por el ‘Imperial College London’, en Reino Unido, y el ‘Christian Medical College’ en Vellore, India, sugiere que la IPV, que rara vez se utiliza hoy en día en los países afectados por la enfermedad, podría ofrecer una protección mejor y más duradera contra la infección si se utiliza en combinación con la vacuna oral viva más comúnmente empleada contra la poliomielitis, OPV.
La vacunación protege a un individuo contra la contracción de la polio, pero aún así puede ser infectado por el virus, que se reproduce en el intestino y se puede transmitir a otras personas a través del contacto con heces infectadas. Esto ha dado lugar a graves brotes de poliomielitis en Asia, África y Europa en los últimos diez años y está obstaculizando los esfuerzos por erradicar la enfermedad.
La mayoría de las campañas de vacunación utilizan múltiples dosis de OPV que proporcionan cierta inmunidad intestinal, aunque esto disminuye con el tiempo. «Como la IPV se inyecta en el brazo, en lugar de tomar por vía oral, se ha asumido que no proporciona mucha protección en el intestino y sería menos eficaz en la prevención de la transmisión fecal que OPV», explica Jacob John, profesor asociado de ‘Christian Medical College’, quien dirigió el estudio.
«Sin embargo, encontramos que, cuando los niños ya tenían un nivel de inmunidad por la OPV, la vacuna inyectada impulsó su inmunidad intestinal. En la década de 1960 hubo una amplia rivalidad entre los científicos que desarrollaron las dos vacunas, con OPV llegando a ser la más popular. Pero parece como si se lograra una inmunidad más fuerte a través de una combinación de las dos».
En este estudio, participaron 450 niños de una zona urbana densamente poblada en Vellore, India, que habían recibido la vacuna oral contra la polio como parte de un programa de vacunación estándar. A la mitad de los menores se le dio una dosis de la vacuna inyectada y al resto, nada. Un mes más tarde, se les dio una dosis de «desafío» de la vacuna oral viva para simular reinfección.
Tras siete días, se analizaron sus heces para ver si el virus estaba presente, específicamente los dos serotipos del virus que se resisten a la erradicación, serotipo 1 y serotipo 3. Los investigadores vieron que el 38 por ciento de los niños que había recibido la IPV tenía menos serotipo 1 en las heces y el 70 por ciento presentaba menos del serotipo 3, en comparación con aquellos que no habían recibido la vacuna inyectada.