El Zombie Day invade Laredo

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PRUEBA

El Z-DAY reúne a casi mil personas en un trepidante juego de rol al aire libre durante la noche del sábado al domingo en Laredo (Santander)

La lucha por la supervivencia reunió este fin de semana a 700 héroes en Laredo dispuestos a vencer sus miedos y escapar de un contagio espantosamente mortal que amenazaba a toda la población. El Z-Day propició el desembarco en la villa pejina de cientos de personas llegadas de toda España, e incluso de Francia e Inglaterra, para participar de un trepidante juego de rol que se prolongó entre las 23:00 horas del sábado y las 6:00 del domingo.

Para esa hora sólo unos privilegiados habían logrado sortear las mil y un trampas dispuestas por los zombies para culminar su implacable cacería humana. Caras de terror, gritos de pánico, carreras enloquecidas hacia el abismo, ríos de adrenalina colapsando organismos en estado de shock y, por encima de todo, toneladas de diversión convirtieron la madrugada pejina en una experiencia inolvidable.

La tercera entrega de una saga iniciada en el BEC de Barakaldo y cuya segunda parada le condujo a Sestao, culminó en Laredo una trilogía de suspense, terror y acción que próximamente se verá prorrogada en nuevos emplazamientos. El arrollador éxito de este original formato, impulsado por la empresa UpEventos, se explica por la profesionalidad de su puesta en escena. La concejal de Turismo y Festejos, Laura Recio, se mostraba satisfecha ante la aplastante respuesta obtenida por una apuesta personal,traducida en un aluvión de visitantes de toda España.

“Quiero felicitar a los organizadores por la lección que nos han brindado, ya que han preferido apostar por la calidad frente a la cantidad. Podían haber doblado el número de participantes y de tickets vendidos, pero se han mantenido fieles a su idea y es algo digno de elogio”, explicaba. Además, la edil ha querido reconocer la colaboración de distintas empresas de la zona y, sobre todo, la implicación de la Policía Local, la Guardia Civil, Protección Civil y Cruz Roja, garantizando la seguridad de todos los participantes. A éstos últimos, les transmitió su enhorabuena y les agradeció su comportamiento cívico. “Han sido un ejemplo de cómo hacer compatible el disfrute con el buen ambiente”, subrayó.

IMG_0561-MOTIONUn ejército de maquilladoras convirtió el polideportivo del IES Bernardino de Escalante, zona cero de la organización, en la factoría de las más aterradoras criaturas que se han visto deambular por Laredo. En la noche de difuntos estos muertos vivientes amenazaban con dejar pequeño el camposanto pejino. Una auténtica escabechina en ciernes ante la que los cientos de aspirantes a salir airosos trataban de poner poses de indiferencia, a sabiendas de que la procesión iba por dentro.

A las 22:00 horas el campo de fútbol de San Lorenzo acogió la marea humana llamada a protagonizar una gesta memorable. Divididos en equipos de diez personas, con su pañuelo amarillo siempre visible y provistos de un mapa de ubicaciones, cada uno recibió las instrucciones sobre la misión a cumplir. El reto, llegar sanos y salvos, con el pasaporte médico debidamente validado por los diez galenos estratégicamente escondidos de la amenaza. El estruendo de las puertas metálicas del vetusto estadio certificó los temores: los zombies les habían encontrado. Afortunadamente, los agentes del Genoma lograron abatir a esta avanzadilla de infecciosos seres y propiciaron un ágil desalojo de unos participantes lanzados en pos de su objetivo. Por delante, una tournée de más de 10 kilómetros desde el Puerto hasta el Puntal, pasando por el Polígono, el Parque de los Tres Laredos o el Sector IV, sin conocer la auténtica dimensión de su desafío.

Las primeras bajas se cobraron en el Túnel de la Soledad, reconvertido en un túnel del terror en el que había que adentrarse desprovistos de luz y tratar de eludir las viscosas presencias de seres endemoniados, cuyos gritos y gruñidos eran espeluznantemente aterradores. La huida despavorida tenía su prolongación en el parking del puerto, en cuya azotea aguardaban nuevas hordas de devoradores de humanos, dispuestos a prolongar el banquete. Provistos de gafas y armas, los supervivientes resolvían laberínticos trazados y abatían a estas insaciables fieras antes de adentrarse en nuevos desafíos. La tensión sacó a relucir todas las versiones del alma humana. La solidaridad, el arrojo, la audacia y el sacrificio, pero también el pavor, la duda y la cobardía. Escenas desgarradoras de parejas abruptamente separadas en su huída,al ser uno de sus miembros atrapado por los malos. Acechaba entonces la duda de si en tales condiciones la supervivencia merecía la pena. Pero no había tiempo que pensar.

En el parque de Los Tres Laredos los jardines aparecían sembrados de sepulturas,a la espera de que alguien diera con las claves en ellas contenidas. Más valor requería la empresa de quienes, en el Sector IV, trataban de acceder a un autobús cuyo perímetro estaba infectado de almas en pena dispuestas a amargarle a uno la noche. Por si fueran pocos problemas, entre los zombies, avanzando a un ritmo ralentizado, emergían algunos más evolucionados, muertos vivientes “corredores” que se cobraban nuevas víctimas,inmortalizando en la pupila de sus presas expresiones de pánico imborrables. El desconcierto era de tal magnitud que hasta la propia concejal, caracterizada como agente de policía zombie, provocaba la huida despavorida de los supervivientes que la veían llegar a lo lejos, ante la posibilidad de que estuvieran ante una maléfica treta para hacerles caer eliminados. Falsa alarma.

Como en un juego de la oca gigante, también existía la cárcel. Situada en el Puntal, hasta allí eran conducidos los supervivientes sorprendidos en redadas aleatorias de los agentes del Genoma. Su espectacular “Hummer” y la furgoneta lanzadera desconcertaban a unos sorprendidos fugitivos que, en la disyuntiva de obedecer o huir, en ocasiones acababan corriendo en dirección hacia los zombies, transformando un simple castigo en una dolorosa eliminación. El “susto o muerte” llevado a su máxima expresión. Así, con gritos ante el coche fúnebre situado en el Polígono y con una colección interminable de sustos y escapadas por toda la villa, el juego tocó a su fin, con los más afortunados obteniendo el pleno de vacunas portadoras de inmunidad. Infectados y evadidos, todos fueron vencedores en una memorable noche de difuntos en Laredo.