Grecia está indignada porque el Museo Británico quiere dejar en préstamo al Museo Hermitage de San Petersburgo una escultura de mármol del Partenón.
Se trata de una escultura del dios fluvial Ilissos, encontrada hace 2500 años en la Acrópolis y que es una parte de la colección conocida como los Mármoles de Elgin. Esta colección la adquirió el aristócrata escocés Thomas Bruce, séptimo conde de Elgin, cuando era embajador ante la corte otomana en Estambul, más tarde la vendió a Reino Unido. Desde entonces figuran entre los tesoros más preciados del Museo Británico, junto a su colección de momias egipcias.
El pasado agosto, Grecia inició la campaña «Return, Restore, Restart» («Devolver, restaurar, empezar de nuevo»), que promovió la griega Marianna Vardinoyannis, embajadora de buena voluntad de la Unesco, con el objetivo de devolver los mármoles a su lugar de origen. El pasado octubre, el primer ministro griego, Samarás, mantuvo una reunión con un equipo de abogados británicos que le recomendaron recurrir a los tribunales si no se alcanza un acuerdo amistoso. Grecia prefiere en cualquier caso, anteponer la vía diplomática basada en el diálogo antes de poner el asunto en manos de la justicia.
El director del Museo Británico, Neil MacGregor, ha defendido la cesión de los mármoles al Hermitage como una ejemplo de la inmejorable relación entre las dos instituciones. «La política de los dos museos es que cuanto más tensa es la situación entre los gobiernos, más importante es mantener nuestras relaciones».
La clave de la maniobra ha sido la estrecha amistad de MacGregor con el director del Hermitage, Mickhail Piotrovsky, labrada durante más de una década en la que las dos instituciones han realizado intercambios históricos de sus obras.
Ante la inminencia del 250 aniversario, el Hermitage confeccionó su lista de «deseos» ante posibles préstamos de su ‘hermano’ británico, y la directora de arte clásico Anna Trofimova puso los mármoles del Partenón en el lugar más alto.