El Museo Etnográfico González Santana de Olivenza, en Badajoz, ha escogido como pieza de este mes de febrero una máquina de liar tabaco de los años 30, donada por el pacense Álvaro Luis Navarro Cantos.
La pieza es de la marca Victoria y se publicita como un «ingenio higiénico, sólido, práctico, atractivo, y de manejo sencillo». Consiste en una estructura de metal niquelado dotada de una tolva para la picadura de tabaco en cuyo exterior figura la marca Victoria.
El distribuidor lleva una palanca lateral para depositar la cantidad exacta para un cigarrillo. Cuenta también, aunque no se conserva, con un depósito de agua para humedecer el papel, un porta-papel, una cinta de cuero engomado y una corredera con un mecanismo que envuelve y sella los pitillos. La máquina tiene la capacidad de graduar el grosor y la presión de la picadura dando como resultado pitillos de combustión progresiva y homogénea y se apoya sobre una base de madera.
«De sólida y esbelta construcción, manejo sencillo, rápido y eficiente, sin necesidad de tocar el tabaco, la pieza rápidamente empezó a ganar mercado en un país donde no se prodigaban los inventos y las creaciones autóctonas», ha indicado el Museo González Santana.
El término cigarrillo se usó por primera vez en algún momento indeterminado del siglo XVI cuando los mendigos sevillanos comenzaron a aprovechar los desechos de las hojas de tabaco que llegaban de América. Las trituraban y liaban en finas hojas de papel de arroz. Hasta el siglo XIX no se generalizó su uso como forma de consumo del tabaco y esto se debe, entre otras razones, a la creación, por James Bonsack, en 1880, de una máquina para hacer alrededor de 120.000 cigarrillos al día.
Antes de la década de los veinte los hermanos Victorero, indianos procedentes de México y naturales de Lastres (Asturias), se lanzan a la aventura de montar una moderna empresa llamada Agustín Victorero y Hnos., con el fin de fabricar una avanzada y original máquina de sobremesa y escritorio para liar tabaco.
Bajo la marca Victoria, en honor a su madre, fue registrada por primera vez en España, en 1915, y protegida por cinco patentes sucesivas con actualizaciones que se presentaron entre 1916 y mediados de los treinta. Una de dichas máquinas se exhibe este mes en el Museo Etnográfico González Santana.