Al menos 2.000 mujeres y niñas han sido secuestradas por Boko Haram desde el comienzo de 2014, y muchas han sido forzadas a la esclavitud sexual y entrenadas para luchar.
Basándose en las declaraciones de casi 200 testigos, 28 de ellos mujeres y niñas secuestradas que lograron escapar, un informe elaborado por Amnistía Internacional, de 90 páginas, titulado «Our job is to shoot, slaughter and kill’: Boko Haram’s reign of terror», (Nuestra labor es disparar, asesinar y matar: el reinado del terror de Boko Haram) documenta los múltiples crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad perpetrados por Boko Haram.
El informe de Amnistía Internacional arroja nueva luz sobre los brutales métodos empleados por el grupo armado en el nordeste de Nigeria, donde hombres y niños son reclutados con regularidad o ejecutados sistemáticamente y donde a las mujeres y las niñas se las secuestra, encarcela y, en ocasiones, se las viola, se las obliga a contraer matrimonio y se las hace participar en ataques armados, a veces contra sus propias ciudades y pueblos.
“Hombres, mujeres, niños y niñas, cristianos y musulmanes han sido víctimas de homicidio, secuestro y brutalidades a manos de Boko Haram durante un reinado del terror que ha afectado a millones de personas. Los recientes éxitos del ejército podrían ser el principio del fin de Boko Haram, pero aún queda mucho por hacer para proteger a la población civil, resolver la crisis humanitaria y comenzar el proceso de curación.”
Aisha
Aisha, de 19 años, relató a Amnistía Internacional cómo la secuestraron en la boda de una amiga en septiembre de 2014 junto con su hermana, la novia y la hermana de la novia. Boko Haram se las llevó a un campo situado en Gullak, en el estado de Adamawa, donde vivían aproximadamente un centenar de niñas secuestradas. Una semana después, el grupo obligó a la novia y a su hermana a casarse con combatientes. Además, entrenaron para el combate a Aisha y al resto de las mujeres y las niñas.
“Enseñaban a las niñas a disparar armas. A mí me enseñaron también a utilizar explosivos y atacar pueblos”, contó Aisha a Amnistía Internacional”. “Nos entrenaron durante las tres semanas siguientes a nuestra llegada y luego comenzaron a enviar a algunas a realizar acciones de combate. Yo fui a una contra mi propio pueblo.”
Aisha contó que durante los tres meses que estuvo cautiva la violaron reiteradamente, en ocasiones grupos de hasta seis combatientes. También presenció el asesinato de más de 50 personas –incluida su propia hermana- por miembros de Boko Haram. “Algunas se negaron a convertirse. Otras se negaron a aprender a matar. Las enterraban en una fosa común entre la maleza. Sencillamente arrojaban los cadáveres en una fosa grande, pero no muy profunda. Yo no vi la fosa, pero hasta nosotras llegaba el olor de los cuerpos en descomposición”.
Ahmed y Alhaji
A Ahmed y Alhaji, de 20 y 18 años, los sentaron junto con otros hombres en espera de ser degollados tras la toma de Madagali por Boko Haram, el 14 de diciembre de 2014. Ahmed contó a Amnistía Internacional que, aunque su instinto le decía que echara a correr, no pudo hacerlo. “Los mataban con cuchillos. Eran dos hombres […] Todos estábamos sentados en el suelo esperando nuestro turno.” Alhaji sólo pudo escapar cuando la cuchilla del verdugo de Boko Haram perdió filo y no pudo seguir degollando. “Vi cómo mataban a 27 antes de llegar a mi grupo. Yo los contaba porque quería saber cuándo me tocaría a mí”. Según dijo, ese día en Madagali ejecutaron al menos a 100 hombres que se habían negado a unirse a Boko Haram.
La vida con Boko Haram
El informe documenta el reinado del terror bajo el dominio de Boko Haram. Poco después de tomar una ciudad, el grupo armado reunía a la población para anunciarle las nuevas normas y restricciones de circulación, que afectaban especialmente a las mujeres. La mayoría de los hogares dependían de que los niños y niñas consiguieran comida o de la visita de miembros de Boko Haram para ofrecerles ayuda y repartir comida procedente de saqueos.
Boko Haram castigaba duramente el incumplimiento de sus normas. No asistir a las oraciones diarias se castigaba con la flagelación pública. Una mujer que pasó cinco meses bajo el control de Boko Haram en Gamborou dijo a Amnistía Internacional que había visto castigar a una mujer con 30 latigazos por vender ropa de niño y ejecutar a una pareja por adulterio.
Bama
Un muchacho de 15 años de Bama, que no había tenido que unirse a Boko Haram por sufrir una discapacidad, dijo a Amnistía Internacional que había presenciado 10 lapidaciones. “Las lapidaciones eran los viernes. Reunían a todos los niños y niñas y les pedían que tiraran las piedras. Yo participé en las lapidaciones […] Cavaban un agujero, los enterraban hasta el cuello y les apedreaban la cabeza. Cuando morían, dejaban las piedras hasta que el cuerpo se descomponía.”
Doctor de Maiduguri
Un medico de Maiduguri, capital de Borno, indicó a Amnistía el estado en que estaban las personas que abandonaban las zonas bajo control de Boko Haram. «Algunos de ellos están muy enfermos. Algu os están deshidratados por el viaje porque han caminado (hasta Maiduguri). Hay casos de estrés postraumático, malaria, vómitos y diarrea.
Mallan Yusuf
El 25 de agosto MALLAM YUSUF, un empresario de 47 años, fue testigo de un nuevo ataque en su localidad. Nos dijeron que habían tomado la localidad, pero que todo estaba bien y que no deberíamos huir. Nos pidieron que enterráramos los cuerpos que yacían en las calles.
Esa misma tarde, milicianos de Boko Haram fueron a su casa y robaron su coche. Poco después, su hijo de 20 años fue seguido hasta la casa. «Llegaron a la casa y le dispararon en la cabeza. Justo delante de mí. Registraron toda la casa, pero no se llevaron nada con ellos. Después de que se fueran, cogí el cuerpo de mi hijo y lo enterré».