Un campus para ingenieras: «Es absurdo que un chico no sepa coser o que una chica no arregle un enchufe». El Campus Tecnológico para Chicas de Granada busca «despertar» la vocación de las jóvenes. La iniciativa surge tras observar las cifras «realmente bajas» de matriculaciones en las ingenierías.
La Universidad de Granada ha vuelto a poner en marcha este año, en la que será su segunda edición, su Campus Tecnológico para Chicas. El objetivo de la iniciativa es «despertar» en adolescentes del género femenino «su vocación por la tecnología y animarlas a que escojan una carrera de ingeniería y adquieran conciencia de su potencial».
La subdirectora de la Oficina de Software Libre de la Universidad de Granada y encargada de coordinar este proyecto, Nuria Rico, dice respecto a las matriculaciones de las mujeres en esta materia: «Son realmente muy bajas».
«Año tras año veíamos que en las escuelas de verano los grupos de edades más adultas se quedaban vacíos de chicas. Empezamos a preguntarnos por qué y nos dimos cuenta de que el porcentaje de alumnas que se matriculaban en Ingeniería también era muy bajo», lamenta.
«Este curso, en el primer año, el número de chicas matriculadas no supera el 8%. En Telecomunicación hay un porcentaje algo mayor, pero sin llegar al 20%. En Ingeniería electrónica se repite durante años que el número de alumnas es una o ninguna», explica quien también es Profesora de Estadística en la Escuela Técnica Superior de Ingenierías Informática y de Telecomunicación.
«Es un problema que se está dando en muchos lugares del mundo y la solución que se está dando es la discriminación positiva. En universidades, las iniciativas más destacadas se han llevado a cabo en Reino Unido, Bélgica y Estados Unidos».
«Gigantes como Google o Microsoft están promoviendo políticas de incremento de la participación de las mujeres en las ingenierías TIC a nivel mundial, ante esta falta de presencia femenina en este sector», destaca Rico.
«Es absurdo que una chica no sepa arreglar un enchufe»
«Es tan absurdo que una mujer no sepa arreglar un enchufe, como el que un hombre no sepa hacerse el bajo del pantalón o zurcir un botón», afirma la decana del Colegio Oficial de Ingenieros Agrónomos de Centro y Canarias, María Cruz Díaz Álvarez, cargo que ostenta desde 2006, cuando se convirtió en la primera mujer en presidir un ente de estas características en España.
«Yo empecé a estudiar en 1967, viví un momento histórico pues solo eramos seis mujeres en la carrera, entre los más de 800 hombres que había. Ahora hay un 40 % de mujeres entre el alumnado», cuenta Díaz, para quien es necesario motivar y fomentar entre las mujeres este tipo de carreras, pero sin por ello tener que celebrar iniciativas que segreguen o diferencien por el sexo.
«No creo que deba haber campus para hombres y otros para mujeres, pues la discriminación no es buena, ni siendo positiva. Debemos concienciar a los jóvenes en común. Acercarles este tipo de carreras porque es verdad que poco a poco se han ido alejando ya sea por falta de vocación o por la dificultad de las mismas», apunta.
Sin embargo, Díaz añade que actualmente España no solo no cuenta con menos ingenieras, sino de ingenieros en general, independientemente de su género. «Estamos faltos de profesionales, pues muchos emigran ante la situación económica actual y por las mejores condiciones que se les ofertan en el extranjero».
Esta disparidad de género dentro de las aulas de este tipo de las carreras no es solo un problema en las de informática. Para Belén García, titulada en Ingeniería Naval por la Universidad Politécnica de Madrid y directora de la revista ‘Ingeniera Naval’ el asunto viene de muy atrás.
«Es tradición más que nada. Afortunadamente, el porcentaje de mujeres y jóvenes que se decantan por este tipo de carreras va en aumento, pero venimos padeciendo las barreras de sexo desde pequeñas. Desde la industria juguetera y de ocio se nos orienta a roles pasivos, como princesas y compradoras; o de cuidadoras, como madres, enfermeras o profesoras», argumenta García.
«Esta división de género es visible hasta en los juguetes más técnicos o de construcción, como los legos, en los que actualmente la opción ‘por defecto’ es la masculina y la femenina, de color rosa, no construye aviones, ni barcos, sino clínicas veterinarias o peluquerías. Estamos volviendo a dirigir a las niñas a roles tradicionales que en muchos casos no les permiten utilizar todo su potencial», expone.
Rico coincide con García en señalar que las mujeres suelen «optar por trabajos que implican el cuidado de otras personas», aunque no descarta que esta concepción cultural y social esté impregnada también por el carácter e «instinto» propio de las mujeres, independientemente de su imposición o no.
Más allá de los papeles asignados por una sociedad tradicionalmente patriarcal, Rico añade que quizás el estereotipo que se tiene asignado al informático, «como alguien solitario que se relaciona con el exterior solamente a través de una máquina» puede también ser causante de este déficit de ingenieras informáticas.
«Queremos que el talento femenino aflore, pero en absoluto pretendemos menospreciar el masculino. Nuestra intención no es excluir a ningún colectivo, sino centrarnos en aquél que necesita un mayor impulso para dar el paso de enfocar su formación en una carrera tecnológica», defiende Rico.
«Simplemente les mostramos lo hábiles que son en tecnología, para que los posibles estereotipos no les impidan desarrollar el potencial que tienen. El talento masculino no necesita ese empujón», explica.
Nuria Rico concluye recalcando que lo único que buscan con esta escuela de verano es «despertar la vocación de las chicas», que sepan «lo buenas que pueden llegar a ser en tecnología y las múltiples posibilidades que tendrían a la hora de incorporarse al mundo laboral si adquieren este tipo de formación».
«Nuestro granito de arena es generar ilusión en las chicas, pensando que esta ilusión la pueden transmitir a otras compañeras, por trabajar en el área de las Tecnologías de la Información y la Comunicación», señala.