Uno de los aspectos más característicos de las vacaciones es que tenemos más tiempo para pensar en nosotros. No es que durante el año laboral no lo hagamos. Claro que pensamos en nosotros para protegernos, para alimentarnos, para satisfacer nuestras necesidades básicas, para no perder el trabajo -o la cabeza-, pero a lo que me refiero es que no tenemos tiempo para pensar en el medio y largo plazo.
Casi siempre lo postergamos porque tenemos cosas más urgentes que hacer, porque estamos cansados o porque nos da miedo abrir una puerta que en el fragor de la batalla del día a día, no sepamos cómo cerrar y además, tenemos alrededor nuestro otros estímulos que nos ayudan a llenar los momentos de soledad, sean redes sociales, televisión, trabajo doméstico o el paso de los coches por la calle, todo vale con tal de que no tengamos ningún tiempo vacío a nuestra disposición.
Durante las vacaciones el fenómeno es a la inversa, nos vemos inmersos a una convivencia forzosa con las personas más próximas porque no existe la posibilidad de volver tarde para acabar un proyecto urgente, la cobertura de nuestros cachivaches electrónicos no siempre es la óptima, ya sea porque no llega al lugar dónde estamos, o porque el exceso de demanda pone el sistema de comunicaciones fuera de combate, o porque recibir y mandar datos es tan caro por el imperativo de la itinerancia que se hace prohibitivo.
La consecuencia de todo ello es que por una parte disponemos de tiempo y por otra podemos ver la realidad sin la contaminación de otros asuntos, es decir, con perspectiva y eso es el caldo de cultivo favorable a la toma de decisiones grandes o pequeñas.
Para no dispersarnos en pensamientos inútiles y evitar que nuestra mente ejerza el mismo papel narcotizante que el televisor en momentos de zapping, vale la pena tener a mano una batería de preguntas que nos ayuden a reflexionar sobre nosotros.
Sin ánimo de amargar la existencia a individuos y familias, he preparado algunas cuestiones que nos ayuden a aclarar la situación en que nos encontramos, el punto de partida, que nos ayuden a pensar y si es preciso. abran las puertas de las decisiones.
¿Controlas tu vida? ¿Tienes la sensación de que detrás de lo que te sucede estás tú, o de que son las circunstancias las que escriben tu agenda?
¿Disparas sobre dianas o das palos de ciego? ¿En lo que haces y decides, estás centrado en aquellas cosas en las que tienes algún tipo de influencia, o vas andando a trompicones intentando cambiar lo que no depende de ti de ninguna manera? ¿Sabes identificar aquello en lo que realmente puedes influir?
¿Cuándo organizas tu agenda durante el año, qué criterios utilizas para dar prioridad o no a los asuntos que van apareciendo?
¿Tienes algún sueño que te gustaría cumplir? ¿Tienes entre manos algún proyecto que te emocione?
¿Tu vida está equilibrada? ¿Cuáles son las cosas importantes a las que quieres dedicar tu tiempo?: ¿Familia? ¿Trabajo? ¿Amigos? ¿Dinero? ¿Salud?…
¿Lo que haces tiene valor para los demás? ¿Les ayudas en algo? ¿Los tienes en cuenta? ¿O siempre hablas de ti?
¿Cómo valoras tu salud? ¿Necesitas actuar para mejorarla?
Busca un cuaderno nuevo y ponte manos a la obra y si es posible dibuja un esquema con los resultados obtenidos poniéndote tú en el centro y los resultados conectados a su alrededor.
Y prepárate para tomar decisiones a la vuelta de vacaciones y en caso de duda pregúntame.
Feliz trabajo. Jordi Collell. PersonaBrandingQueMarca