Por Jordi Collell, PersonalBrandingQueMarca.
Es verano, hace calor y las ideas discurren con menor fluidez. El calor solidifica las ideas, al contrario de lo que sucede con el resto de materiales y elementos; el frío las licúa y ayuda a expandirlas, la sombra es siempre una buena amiga y permite que el pensamiento sea claro, eficaz y positivo.
Leo lo que sale publicado en Facebook y LinkedIn, cuando algo me interesa entro en las páginas correspondientes y siempre encuentro materiales dignos de interés. Las redes sociales son proveedoras de temas de reflexión en bruto, sin contrastar, porque cualquiera puede escribir cualquier cosa y todo vale, todo cabe mientras no sea ofensivo para terceros de manera clara y directa.
Me choca el uso de anglicismos, el decir las cosas no por su nombre si no por el que le dan los otros. Tengo la sensación que quien tiene poco que decir o no domina lo que cuenta, usa tecnicismos y anglicismos para poner fuera de combate a su interlocutor y para despistar a su cliente. Tengo la sospecha de que el uso de estos términos es una cortina de humo para querer hacer ver que se está a la última y para esconder lo que falta, una auténtica propuesta de valor.
Si de lo que se trata, cuando hablamos de propuesta de valor, es de ayudar a los demás a resolver problemas que les atormentan; si lo que decimos es que nos proponemos curar el dolor de los demás en los aspectos más variados de su existencia; si lo que se quiere es ser útil, ¿por qué lo explicamos utilizando palabras que no sabemos si nuestro interlocutor entiende o le interesa entender?.
Mi hipótesis es que los que actúan de esta manera pretenden más quedarse satisfechos consigo mismos y con demostrar que saben lo que no saben, que estar del lado del interlocutor para solucionarle algo.
Tenemos la suerte de tener un idioma rico y hablado por más de quinientos millones de personas y por tanto, no tenemos excusa; si no usamos palabras propias es porque no queremos.
La próxima vez que participemos en una discusión, presentemos una propuesta, escribamos un artículo, demos una charla o un curso, pensemos cómo podemos acercarnos más a nuestro público usando palabras próximas y familiares, siempre que sea posible. Encontraremos así mejores maneras de explicar lo que vamos a decir y convertiremos nuestro discurso en un discurso de valor.
Un ejercicio para este verano: Hacer una lista de los anglicismos que usamos más frecuentemente, buscar en la red los anglicismos que otros usan de manera habitual y poner al lado su equivalencia en nuestro idioma. Volveremos más ricos de las vacaciones.