Comportamientos tóxicos que envenenan la Marca Personal

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PRUEBA

Hay comportamientos sanos y comportamientos tóxicos, los primeros ayudan a abrir camino y los segundos ponen piedras para impedir el paso. Los comportamientos tóxicos viven muchas veces en simbiosis con personas que tienen una apariencia normal pero que en la práctica, en su manera de hacer y comportarse día tras día emponzoñan los ambientes y echan a perder relaciones y negocios. Y si el hábito hace al monje el comportamiento hace a la persona por lo que de comportamientos tóxicos acaban saliendo personas también tóxicas.

Si no apartamos las actitudes tóxicas acabarán siendo hábitos en el quehacer diario que nos dañarán.

Hace algún tiempo hacía un inventario de estereotipos tóxicos que pueden arruinarnos la vida y la marca que dejamos, hoy me centraré en los comportamientos para que tengamos los sensores en posición de alerta y los detectemos con celeridad en nosotros y en los demás para evitarlos en cualquier caso. Si somos nosotros los que tenemos actitudes tóxicas y no las apartamos de nuestro quehacer cotidiano podemos acabar incorporando hábitos negativos, es decir, vicios, que marcarán sin lugar a dudas la huella que dejamos en los demás de manera negativa, o lo que es lo mismo, corromperán nuestra marca; si son personas próximas a nosotros los que los detentan nos fastidiarán, y fastidiarán a los que nos rodean y al final pueden acabar con nuestra capacidad de resistencia y hacer daño a nuestra Marca Personal. En cualquier caso debemos huir de los comportamientos tóxicos como de las llamas porque pueden convertirnos en cenizas.

La primera de las grandes actitudes tóxicas es querer tener siempre el control de las cosas, situaciones, tareas y negocios sin dejar espacio a los demás, o se es el rey o se destruye la cosa.

El control no es malo pero se vuelve tóxico cuando se convierte en una obsesión e impide comprometerse en aquello que no depende estrictamente de uno.
Se trata de una actitud egocéntrica, desconfiada y desmovilizadora ya que los individuos que la detentan acostumbran a rodearse de gente mediocre porque el temor de que las situaciones se les escapen de las manos es más poderoso que cualquier proyecto que puedan tener entre manos.
Los controladores son desconfiados, no acostumbran a escuchar a los demás y sólo están seguros si hacen las cosas por sus propios medios porque delegar en el fondo les da pánico y nunca cortan el cordón umbilical con sus colaboradores que siempre están en situación de dependencia.

En segundo lugar encontramos el miedo a la diferencia.

La falta de seguridad personal hace que todo lo que no esté cortado con el mismo patrón sea susceptible de convertirse en una amenaza y por regla general son las propias personas que tienen esta actitud las que quieren marcar las reglas. Acaban siendo como el perro del hortelano que ni ladra ni deja ladrar.
La falta de seguridad personal hace que la diferencia sea susceptible de convertirse en amenaza.

En tercer lugar aparecen los sembradores de inquietud, que entran en la vida de los demás con la aparente voluntad de ayudarles cuando en realidad lanzan profecías o maldiciones para desmovilizarlos.

Normalmente dan consejos que en vez de impulsar a la acción invitan al abandono. En muchos casos son víctimas de una envidia descontrolada de la que hablaremos más adelante.

En cuarto lugar está la crítica destructiva que es una actitud, en muchos casos un mal hábito, que se centra en destruir a las personas por pura diversión sin aportar nada de positivo.

La crítica destructiva se practica a espaldas de los afectados y busca la complicidad del entorno de tal manera que los que la practican pueden llegar a excluir a aquellas personas que no siguen su juego. No debemos confundir la crítica negativa con tener una opinión distinta o contraria respecto a otra persona porque la primera es gratuita mientras que la segunda se basa en hechos objetivos.

Y finalmente, en quinto lugar, aparece la envidia que es el sentimiento de frustración por una carencia que parece que los demás no tienen.

El envidioso es un personaje inseguro que quiere destruir a aquellos que según su criterio poseen lo que a él le falta y esto último puede abarcar un enorme abanico de posibilidades desde dinero y estilo de vida, amor y amistades, pasando por conocimientos y habilidades. Los envidiosos que conozco son en el fondo unos narcisistas con un cierto grado de inmadurez porque al final te das cuenta que lo que les mueve no son las cosas que los demás tienen si no el hecho de que los demás las tengan.

La mejor manera de alejar de nosotros estas actitudes tóxicas es tener identificado nuestro foco, lo que nos mueve, nuestro sueño. Tener un objetivo por el que luchar nos alejará de la frustración y de la toxicidad y nos ayudará a tener unas relaciones más sanas con los demás.

Por Jordi Collell. www.personalbrandingquemarca.com