Los hechos son que un estadounidense de 29 años, Omar Mateen, de origen afgano y vigilante privado de profesión, irrumpió en el club ‘Pulso’ de Orlando y a pocos minutos de su cierre armado, desató una masacre con 50 personas asesinadas y 53 heridos muchos de ellos muy graves.
El trabajo periodístico consiste ahora en escudriñar en todos los recovecos de la noticia acerca del personaje, su origen, entorno y demás y, como no, de sus intenciones al atentar en nombre del ISIS en un club de ambiente homosexual. Al final acabaremos sabiendo casi todo lo que ha rodeado a esta nueva matanza.
No soy de los que les gusta empaquetar a la gente, creo bastante más en el ser individual, la persona, que en el grupo, el colectivo. Mi análisis por tanto no será sobre un representante del heteropatriarcado, según el diagnóstico de Garzón, atacando al colectivo gay, sino de un individuo, con sus filias y fobias, que en nombre de un grupo terrorista causa un holocausto.
Me cuesta dividir el mundo entre heterosexuales y homosexuales, lo mismo que entre hombres y mujeres, blancos y negros, españoles y el resto. De la misma manera que yo no represento a los heterosexuales blancos europeos católicos y con carrera universitaria, no me siento un conjunto homogéneo con ningún grupo de estos. Si tengo en cambio una clara línea roja, tan de moda ahora, entre violentos y no violentos. Todo aquel, individuo o colectivo, que tiene la violencia como un medio justificado para alcanzar cualquier fin, no es de los míos y me deberé defender de él.
No entiendo nada. Si el ISIS, al igual que todo el islamismo radical, usa como medio justificado la violencia, ¿por qué tenemos que enmascarar sus actuaciones y no atacarlo de frente? ¿Alguien me lo explica?
Escrito para azperiodistas.com por Jmfrancas.