Las cosas cambian y no siempre para mejor. Me decía el otro día Antonio Jimeno en una tertulia que, para que nuestros hijos hagan deporte, hace falta cartera y estar federado.
Si no están dados de alta federativamente, los niños lo tienen difícil para practicar cualquier disciplina deportiva. Se ha perdido el deporte de calle. Ese que solo hacía falta un balón para ponerte a jugar en cualquier sitio. Nuestros primeros amigos fueron los que hacíamos en la calle y sus alrededores.
Los niños pasábamos horas y horas con la pelota. Hoy los padres llevan a sus hijos a los campos de césped artificial, y a los siete u ocho años aparecen algunos locos que se hacen llamar entrenadores que les hablan de táctica, de conceptos, de orden en el campo cuando a esas edades la táctica es divertirse y jugar mientras más mejor.
PARA PRACTICAR HOY UN
DEPORTE, EL NIÑO TIENE QUE
ESTAR FEDERADO
Los grandes jugadores de fútbol se formaron en la calle y empezaron a jugar por casualidad. Las cosas más bonitas suceden siempre por casualidad. Es increíble ver ahora como los padres sueñan más que los hijos buscando representante para su hijo y hacer las pruebas con el Madrid, el Barça o el Atleti. ¡Es que mi niño tiene ya representante! Miras al representado imberbe, sin levantar dos palmos del suelo y dices, ¡cómo que representante, lo que tiene que hacer es crecer y vivir!
Niños que se van al Córdoba o al Séneca con 8 años. Los padres los llevan tres veces en semana. Si ese tiempo del viaje lo aprovecharan en la calle posiblemente serían mejores jugadores. La vida está llena de engaños para ilusionistas. Hay locos del banquillo que hablan de táctica a los niños de 7 u 8 años por lo que cuando llegan a juveniles están aburridos.
LUEGO DICEN LOS POLÍTICOS
QUE NO HAY ALEGRÍA EN
LA CALLE. HEMOS SACADO
TODO DE ALLÍ, TAMBIÉN A
LOS NIÑOS. HAN POLITIZADO EL DEPORTE.
Uno de los jugadores más espectaculares que ha dado el fútbol ha sido Mágico González, quien salió de la mejor cantera que jamás ha dado el fútbol mundial: la de la calle.
Muchas cosas se le pueden recriminar a este jugador que se quedaba dormido en los descansos de los partidos o llegaba tarde a los partidos. Lo que nunca olvidó fueron sus orígenes pues siendo jugador profesional jugaba con los niños en la calles y los parques de Cádiz. Cuenta en la Tacita de Plata que, Mágico, ante el Barcelona se presentó con el partido empezado. Traía hambre y se puso a comer en el banquillo. Cuando llegó el descanso salió a jugar con los chiquillos que por entonces en los intermedios inundaban el campo. La afición, al verlo allí entre los chavales, le coreó y ovacionó tanto que al técnico no le quedó más remedio que sacarlo con 0-3 el Cádiz perdiendo, remontándole el partido al Barça él solito con dos goles y dos asistencias. Él supo entender el fútbol como lo que es, un juego.
En el Carranza esperaban que la pelota cayera en el “11” y ahí se hacía el silencio esperando el regate imposible. Hoy, con todos mis respetos, los entrenadores hablan de equilibrio dejando los campos vacíos. El fútbol ha abandonado la fantasía. Lo único que esperan los equipos es un fallo del rival para hacer su gol. Y esperando ese fallo nos tienen 90 minutos sentados en el campo, con frío y con las gradas vacías.
A LOS SIETE U OCHO AÑOS
APARECEN ALGUNOS LOCOS
QUE SE HACEN LLAMAR
ENTRENADORES, QUE LES
HABLAN DE TÁCTICA, DE
CONCEPTOS, DE ORDEN
EN EL CAMPO, CUANDO A
ESAS EDADES LA TÁCTICA ES DIVERTIRSE
Cada vez menos la gente paga por ir a ver un partido. Prefieren verlos por televisión. Es la realidad del fútbol. Eso en el senior y en la base, niños bien equipados, repeinados, de paseo presumiendo con las manos en los bolsillos y no detrás de una balón como antes se iba. Entrenadores con tablas tácticas que mueven a sus peones con el boli –borra fácil-, dibujando campos de fútbol en esas pizarras que enseñan a sus pequeños jugadores como si en ello le fuera la vida.
Padres que cuando juegan sus niños se creen que el club lo han inventado ellos, metiéndose incluso a directivos, dándose golpes en el pecho de amor a los colores y que cuando el niño cuelga prematuramente las botas, no van más al club que parecía habían fundado ellos.
No hay niños en la calle dicen que porque pasan coches. Puede ser pero existen parques, colegios y sitios donde se podía jugar y no se hace. La calle la hemos dejado vacía porque los padres no solo quieren que sean grandes futbolistas con tres o cuatro horas de entrenamiento semanal, sino que queremos que aprendan idiomas, toquen un instrumento y que estén en el top de los mejores en las notas de clase, y por supuesto que tenga un nivel en matemáticas o en lengua superior a su edad. Todo esto acompañado de deberes interminables.
No hay espacio para la calle, para que los niños sean niños. Antes no había padres ni entrenadores que incordiaran tanto. La calle era la que enseñaba jugando mañana, tarde y noche. El fútbol callejero no volverá jamás mientras tanto los padres juegan a ser futbolistas y escolares con la vida de sus hijos, las federaciones a recaudar con fichas federativas de los chavales, las instituciones a exigir que se cumpla con todos los requisitos para jugar. ¿Y el encanto? ¿Dónde está? De una cosa que era sentimiento, hemos hecho un procedimiento administrativo (jugar al fútbol). Luego dicen los políticos que no hay alegría en la calle. Hemos sacado todo de allí.
A los primeros que hemos sacado a los niños. Se politiza hasta el juego. Que nadie se olvide que el mundo del deporte ha sido absorbido por la política.
El deporte actualmente se mueve en los despachos y no en la calle, que es donde rueda el balón. Este deporte ha perdido mucha fantasía por culpa de politizarlo.
PADRES QUE CUANDO
JUEGAN SUS NIÑOS SE
CREEN QUE EL CLUB LO HAN
INVENTADO ELLOS Y QUE,
CUANDO EL NIÑO CUELGA
PREMATURAMENTE LAS BOTAS, NO VAN MÁS.
Escrito para azperiodistas.com por Emilio1.