Cada día mejor, cada día más grande

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Pitazo final… ¡Sorpresa!. Venezuela vencía 1-0 a Uruguay en la Copa América Centenario 2016. Mientras las cámaras se paseaban por el campo captando expresiones de los protagonistas, persiguiendo a un frustrado Luis Suárez, una de ellas rodea a Rafael Dudamel (DT de la selección venezolana) abrazado con su pupilo Adalberto Peñaranda y se escucha cuando el entrenador le decía esta frase: “Cada día mejor, cada día más grande”.

Esas palabras se me quedaron en la cabeza. Tal vez no fueron sólo las palabras, sino el momento, el escenario, los protagonistas, el antes y lo que podrían generar en un futuro.

No soy analista deportivo, ni un erudito del “mejor deporte del mundo”, ni un sabiondo futbolero pirata impulsivo de esos que abundan en Facebook; me conformo con disfrutar el buen fútbol y a veces juego a estudiar el porqué de las sustituciones, pases, posición del equipo en el campo, etc.

Pero la actuación que tuvo Venezuela en esta Copa América aniversaria me invitó a meterme más en el papel, a profundizar en mi búsqueda de explicaciones a este cambio brusco, para bien, que tuvo la selección en tan poco tiempo.

“La Vinotinto” pasó de ser un equipo desahuciado, triste, dividido, sin aspiraciones, sin DT por unos cuantos meses y con una prueba fallida de timonel que los dejó en el foso de las eliminatorias mundialistas y el sentir de la camiseta en un sótano, a ser de nuevo un colectivo de felicidad, motivo de unión y ánimo para todo el país, puntero en el corazón de millones y en los titulares de los principales medios deportivos del mundo.

Sé que esa frase de Dudamel, acompañada por la constante que he escuchado de algunos jugadores venezolanos cuando los entrevistan: “Lo hacemos por Venezuela, para darle alegrías y las buenas noticias que tanto necesita actualmente”, son la base de todo lo que vi en la cancha durante la competencia que se celebra en EE UU.

El discurso y la motivación de Dudamel, frente y detrás de cámaras, fueron el punto de partida, el switch del cambio, y dependía de si los jugadores lo asumían y se comprometían con el mensaje para que este diera resultados en la acción. Y así fue.

Los cambios tienen sus riesgos, sus miedos, sus detractores e impulsores. Así ha ocurrido con la selección muchas veces, y este pase de testigo de Noel Sanvicente a Rafael Dudamel, quizás algo accidentado y polémico, no fue la excepción.

La Copa América Centenario era la prueba para Dudamel, quien meses antes visitó a varios jugadores en sus respectivos clubes en diferentes partes del mundo, para mostrarles su propuesta, para “venderles” su proyecto e invitarlos a ser parte de él.

En algunas fotos que se tomó el entrenador con los jugadores vi una laptop al fondo con una presentación de “La Vinotinto” en la pantalla. Eso me dio buena espina, esas señas de organización, identidad, sentido de pertenencia, de convicción y ganas de armar algo grande en pro de buenos resultados.

Más allá de perder frente a Argentina en cuartos de final, Venezuela quedó bien parada, salió viendo hacia lo que viene, cumplió parte de su misión en la cancha, y les regaló alegría y esperanza a sus jugadores y a todo un país.

El “efecto vinotinto” comenzó desde ese traspaso de mando, desde aceptar que la etapa de Sanvicente no era buena y darle la oportunidad a Dudamel, alguien con una trayectoria y un palmarés positivo con selecciones menores. El exportero “vinotinto” llegó con una idea y un planteamiento, lo propuso y el equipo decidió seguirlo y aplicarlo.

Son muchos los que queremos ver un “efecto vinotinto” en Venezuela, que sea un país donde los líderes políticos acepten sus errores, que no han podido con la responsabilidad que se les dio, y le den paso a otros con nuevas iniciativas y proyectos; donde la comunidad y mandatarios trabajen de la mano en pro de buenos resultados, en miras a ganarle el juego a la crisis y a la injusticia; donde los mejores “jugadores” motiven y lleven por buena senda a los no tan buenos para salir victoriosos, donde el ánimo y la mente positiva aunadas a la voluntad de ser mejores, a la humildad y a las ganas de luchar hasta el pitazo final sean la estrategia.

Pienso que este método aplica para cualquier equipo, para cualquier sociedad del mundo. Creo que en eso se basa la evolución de un colectivo y el trabajo de un gerente, de ese líder que también se pone la camiseta para entrenar codo a codo con los suyos, motivarlos y encaminarlos al éxito, para hacer a su equipo, a su país, “cada día mejor, cada día más grande”.

Escrito para azperiodistas.com por Dandelgadoa.