Su obra, llena de universos asfixiantes y enajenados está considerada una de las más influyentes de la literatura universal. Todas sus páginas, excepto algunas cartas, están escritas en alemán.
Kafka quiso que su obra fuera destruida al morir, pero gracias a una traición hoy la conocemos. Sin embargo, la polémica continúa.
Su obra
Franz Kafka (1882-1924), que nació en Bohemia y era de origen judío, escribió toda su extensa producción literaria en alemán.
Los estudios dedicados a la obra del autor checo discuten todavía a día de hoy como interpretar sus escritos. Las líneas de ensayo van desde la posible influencia de alguna ideología política antiburocrática o anarquista, la de una religiosidad mística, o la de una reivindicación de su minoría etnocultural (judía) a fijarse en el contenido psicológico de sus obras. Otra multitud de estudiosos intentan encontrarle sentido a la obra de Kafka, interpretándola en función de distintas escuelas de crítica literaria, como por ejemplo la modernista, el existencialismo o la realista mágica.
Otros críticos consideran que bajo los renglones de Kafka no se encuentra ningún sentido recóndito, que sus textos solo son historias y cuentos, rechazado las lecturas esotéricas. El mundo de Kafka, dicen estos, no es nada oculto, sino un mundo de los hombres, construido por ellos mismos, y expresado gracias a la simplicidad y fácil naturalidad de su lenguaje. Cada frase vale literalmente lo que se dice en ella.
Lo que no cabe duda, es que sus relaciones personales también influyeron decisivamente en sus textos, particularmente con su padre, su prometida (Felien Bauer) y su hermana Ottla.
Sólo publicó algunas historias cortas durante toda su vida, por lo que su obra pasó prácticamente inadvertida hasta después de su muerte.
Empezó a ser famoso en los años 1920 en Austria y Alemania y en los años 1930 en Francia, Inglaterra y Estados Unidos, aunque con interpretaciones muy dispares. Sin embargo, su obra se apreció aún más después de la Segunda Guerra Mundial.
Cuando fueron publicados, los escritos de Kafka despertaron de inmediato el interés del público y recibieron elogios de la crítica, lo que posibilitó su rápida divulgación.
Su obra marcó la literatura de la segunda mitad del siglo xx. Todas sus páginas publicadas, excepto varias cartas en checo dirigidas a su amiga y amante Milena, están escritas en alemán.
Los protagonistas de sus obras se enfrentan a menudo a un mundo difícil basado en reglas desconocidas o paradojas. Este simbolismo ha dado lugar a que en varias lenguas se haya acuñado el adjetivo «kafkiano» para referirse a situaciones absurdas, desesperantes o inexplicables.
Se dice que su obra expresa como ninguna otra las ansiedades, las manías persecutorias y la alineación del hombre del siglo XX. Pero que Kafka representa mucho más que el estereotipo de figura solitaria que escribe movida por la angustia, y que su trabajo era mucho más deliberado y subversivo de lo que parecía ser. También se ha manifestado que Kafka era un gran irónico y que tenía un gran sentido del humor por lo que muchas veces, tras la lectura de sus escritos a sus amigos, estas terminaban en grandes risas por parte de todos.
Lo ciertos es que sus obras pueden entenderse paralelamente por vías muy distintas.
Su legado
Poco antes de fallecer (Kafka murió a los treinta y nueve años de tuberculosis en un sanatorio austriaco), pidió a su amigo y albacea, Max Brod, que destruyera todos sus manuscritos. Al parecer, Brod encontró, en una nota dirigida a él, lo que parecía ser la clara voluntad del escritor checo: todos sus papeles, diarios, manuscritos, cartas, borradores y bosquejos debían ser quemados.
Sin embargo, Brod no le hizo caso. Igualmente, la última compañera de Kafka, Dora Diamant, tampoco cumplió sus deseos totalmente ya que guardó en secreto la mayoría de sus últimos escritos, entre ellos 20 cuadernos y 35 cartas, hasta que la Gestapo los confiscó en 1933.
Cuando los nazis entraron a Praga, Max Brod partió en un periplo que concluiría en Palestina bajo protección británica. Su equipaje incluía una maleta con los manuscritos de las novelas y relatos breves de Kafka, así como el resto de sus papeles.
Desde entonces, Max Brod editó y supervisó la publicación de la mayor parte de los escritos de Kafka. En 1942, entró en la vida de Brod una secretaria, Esther Hoffe, también refugiada de Praga, casada y con dos hijas. Hoffe fue quien se encargó de cotejar las pruebas de imprenta con los originales manuscritos en preparación para su publicación.
Cuando Maxx Brod murió en 1968, declaró a Esther Hoffe, con la que ya le unía una fuerte amistad, guardiana de sus bienes, incluyendo los papeles de Kafka.
Tiempo después, Hoffe puso a la venta varios manuscritos, entre ellos, “El Proceso”, pero con el fallecimiento de Hoffe en 2007, sus hijas Eva y Ruth heredaron la colección.
Las Hoffe y la Biblioteca Nacional de Israel tuvieron un tira y afloja debido a la interpretación del testamento de Brod. Al parecer, este establecería que los documentos debían ir a parar a una biblioteca o universidad. Aunque firmaron un acuerdo, las Hoffe no autorizaron jamás la entrega de los bienes de Brod a la biblioteca israelí.
La biblioteca nacional de Israel sigue presionando para que se abran las cajas depositadas en Zurich y Tel Aviv conteniendo manuscritos no clasificados de Kafka (nadie está seguro del contenido de las cajas, pero los catedráticos más optimistas esperan hallar tesoros literarios), ya que parece que la intención de las hermanas Hoffe es el de trasladarlas a Alemania para venderlos.
Actualmente, el legado literario de Kafka, pues, se lo disputan Israel, Alemania, y la familia Hoffe.
Escrito para azperiodistas.com por Mongutz.