Fue hija de Carlos I, hermana de Felipe II, estuvo casada con el heredero al trono de Portugal y fue madre del rey luso Sebastián I.
Fue durante cinco años regente de España en un momento en que la política le estaba vetada a las mujeres, momento que aprovechó para ingresar en la Orden de los jesuitas con nombre falso.
Una joven viuda
Juana de Austria (Madrid 24 de junio de 1535), que recibió tal vez este nombre en honor a su abuela paterna, la reina Juana, fue la cuarta hija de Carlos I de España y de su esposa Isabel de Portugal, por ello, sus abuelos fueron Felipe de Habsburgo y Juana I (hija de los Reyes Católicos) por línea paterna y Manuel I de Portugal y María de Aragón (también hija de los Reyes Católicos) por parte de madre. Será pues, nieta, hija, hermana y madre de reyes.
Juana de Austria quedó huérfana de madre a los cuatro años (su madre murió al abortar de su sexto hijo) y fue encomendada a Leonor de Mascareñas. Su niñez transcurrió en el Alcázar de Madrid, donde residía la Corte de su padre y su educación fue esmerada. Se dice que a los ocho años ya entendía el latín y sabía tocar instrumentos musicales.
Con diecisiete años, Juana, que ostentaba entonces el título de archiduquesa, fue casada por poderes en la ciudad de Toro con su primo hermano Juan Manuel de Portugal (de tan sólo quince) heredero del trono luso a pesar de ser el octavo hijo (por la muerte en la infancia de sus cuatro hermanos mayores) de Juan III de Portugal y de la archiduquesa Catalina de Austria, infanta de España.
El matrimonio fue muy breve, Juan Manuel era de salud frágil, y escasamente dos años después del enlace el esposo de Juana murió de tuberculosis (otros historiadores dicen que de diabetes juvenil). Sin embargo, para esa fecha Juana estaba embarazada y el 20 de enero de ese mismo año de 1554, dieciocho días después de la muerte del príncipe heredero, nace el futuro rey portugués Sebastián I.
El padre de Juana, el rey Carlos I, con claras intenciones de abdicar en su hijo Felipe y con futuros planes de boda para ella, le pide regresar a España tras la muerte de su marido, algo que Juana hace el 17 de mayo de 1554. Sin embargo, tendrá que dejar en Lisboa a su pequeño hijo, al que no volverá a ver nunca más, confiándolo al cuidado de su suegra (que también era su tía) Catalina de Austria (la última hija de Juana y Felipe “el Hermoso”).
Su hijo Sebastián I de Portugal
Lo cierto es que Juana de Austria no volvió a casarse después de su primer matrimonio, ni tampoco regresó a Portugal para ver a su hijo Sebastián. Sin embargo, si se conserva en España una amplia correspondencia entre madre e hijo así como diferentes cuadros pintados a distintas edades para que la princesa conociera la evolución de su hijo.
Sebastián I de Portugal, apodado «el césar», fue designado heredero al trono luso nada más nacer, y con tres años, a la muerte de su abuelo, fue nombrado rey. Al ser todavía un niño, la regencia recayó primero en su abuela paterna, Catalina de Austria, y después en su tío-abuelo, el cardenal Enrique de Portugal.
Por ello, el príncipe creció sin referentes paternos, criado en una corte cargada de conflictos entre la reina regente, su abuela, y su tío, el cardenal Enrique. Sebastián era un niño frágil, resultado de generaciones de matrimonios entre miembros de una misma familia (tenía sólo cuatro bisabuelos, cuando normalmente se tienen ocho y tres de ellos eran descendientes del rey Juan I de Portugal).
Durante su juventud, jamás se interesó por las mujeres ni dio síntomas de desear contraer matrimonio. Algunos biógrafos aluden a una enfermedad en su órgano sexual, que le provocaba impotencia y esterilidad, otros consideran que estaba lejos de ser «frígido», pues tuvo un buen número de aventuras homosexuales.
El joven rey creció bajo la guía e influencia de los jesuitas. Fue un místico que dedicaba largos periodos a la caza.
Poco después de alcanzar la mayoría de edad, y a pesar de no tener hijos ni heredero, inició los planes para organizar una gran cruzada contra el infiel. Solo parecía interesado en solicitar ayudas concretas para sus planes de invadir África. En un momento en el que Felipe II (tío del joven rey) estaba trabajando para llegar a una tregua con los turcos en el Mediterráneo, parecía poco juicioso abrir un nuevo frente bélico en el sur. Al final su tío Felipe II cedió y le ofreció algún apoyo, pero insistiendo en los muchos riesgos de la operación y en que él no debía participar directamente en la batalla.
Finalmente la expedición tuvo lugar. El 4 de agosto de 1578, con el joven rey de veinticuatro años a la cabeza, la fuerza cristiana formada por 20.000 hombres fue aniquilado por las fuerzas bereberes. El rey Sebastián murió también en la batalla.
Su muerte sin descendientes provocó que su trono fuese ocupado por su tío-abuelo Enrique I, cuya muerte también sin herederos en enero de 1580 abrió la crisis sucesoria que desembocaría en la cesión de la corona portuguesa a Felipe II de España.
Regente de España
Una vez que Juana llegó a España cuando enviudó, con tan sólo diecinueve años, tendrá que asumir la regencia del país en ausencia de su padre (recluido en Yuste) y de su hermano Felipe, sucesor al trono, que había partido a Inglaterra para casarse con su tía María Tudor.
Ésta regencia duró cinco años, hasta 1559, cuando Felipe II vuelve definitivamente a España.
Los historiadores afirman que desempeñó el cargo de regente admirablemente y con sagacidad a pesar de su juventud, dando respuestas atinadas y justas a los graves problemas militares, religiosos y políticos de esos años. Cuentan que Juana era de carácter enérgico, pero que también supo rodearse para esta labor de regencia de personas de confianza, muchas de ellas de origen portugués, que habían llegado a Castilla en el séquito de su madre, la emperatriz Isabel.
La mujer jesuita
Pero además de cómo regente de España, Juana tiene importancia en la historia por su papel en la Compañía de Jesús, siendo la única mujer en la historia en ingresar en esa orden religiosa masculina (Ignacio de Loyola nunca quiso que hubiera una rama masculina de la Orden).
Juana de Austria estaba muy vinculada a la Compañía a través de su confesor, Francisco de Borja, del que era amiga personal.
El mismo año que la esposa de Francisco de Borja, Leonor de Castro, falleció el 27 de marzo de 1546, este decidió entrar en la joven Compañía de Jesús renunciando a sus títulos (duque de Gandía, marqués de Lombay, Grande de España y Virrey de Cataluña), en favor de su primogénito, Carlos.
En 1554 se convirtió en el comisario general de los jesuitas en España y, en 1565, a la muerte del Padre Laínez, Padre General de toda la orden.
Francisco de Borja entró en contacto con Juana debido a que había estado vinculado con la casa de Austria desde 1529, cuando llegó a ser «gran privado» del emperador Carlos V. A finales de ese mismo año, también fue nombrado caballerizo mayor de la emperatriz Isabel de Portugal, cuya muerte causó una impresión tan profunda en Francisco de Borja que desde entonces la recordó todos los años en su Diario por considerarla la fecha de su conversión.
El encuentro más decisivo entre Francisco de Borja y Juana de Austria para toda su relación posterior se produjo en abril de 1551, cuando acudió a Toro para darle unos ejercicios espirituales por Semana Santa. Francisco de Borja era entonces un miembro destacado de la naciente Compañía de Jesús y la infanta Juana una adolescente de 16 años que pronto marchará a Portugal para casarse con el príncipe heredero, don Juan Manuel. También acudiría a verla a Lisboa en 1553.
En los meses del verano de 1554, una vez nombrada Juana Regente y bajo el influjo de Francisco de Borja, creció en ella la idea de entrar en la nueva orden de la Compañía de Jesús. Borja le comunicó a Ignacio de Loyola la resolución de la Regente. Esto les causó un enorme problema debido a la imposibilidad de las mujeres de ingresar en la orden recién fundada.
Existe una notable correspondencia entre Juana y Francisco de Borja donde se aborda este asunto y como ocultar su identidad. La Regente figuró bajo el seudónimo de Mateo Sánchez, pero también en cartas muy posteriores usara el seudónimo de Montoya para que no se conocieran públicamente sus propósitos.
El 26 de octubre de 1554, por órdenes de Ignacio de Loyola, se reunió una consulta para deliberar sobre la posibilidad de admitir a Mateo Sánchez. La petición de la Regente era altamente irregular, pero no se podía desatender por su importancia dentro del Estado y ante la posibilidad de que esta viuda llegara a ser un instrumento de la política matrimonial de los Austria -para lo que sería un obstáculo definitivo la emisión de votos religiosos, debido a que la competencia sobre los votos religiosos estaban en poder de los reyes de España- los padres jesuitas decidieron autorizar a Mateo Sánchez a pronunciar los votos de escolar de la Compañía de Jesús, en el sentido indicado en la Parte V de las Constituciones.
A la regente, todavía de 19 años, le dirigió Ignacio de Loyola la autorización oficial de miembro de la Compañía el 3 de enero de 1555. Juana puso mucho empeño en ayudar constantemente a la Compañía, desde su elevada posición, interviniendo en la persecución contra los jesuitas, atendiendo a la fundación de varios colegios dentro y fuera de España y ayudando a la reforma de los monasterios femeninos de España, así como recomendando la Compañía al propio Papa (Pablo IV).
Los jesuitas tomaron en serio la pertenencia de la infanta a su Orden, aun siendo única en su género (aunque hubo otras mujeres que lo intentaron) y mantenida en secreto. Juana de Austria profesó los votos, convirtiéndose en la única mujer jesuita que ha habido en la historia.
El ingreso en la Compañía de Jesús no modificó la vida de Juana de Austria, al menos de cara al exterior, por lo que nadie se enteró de su secreto. Su forma de gobernar habría sido igual que si no hubiese sido jesuita pues su religiosidad era ya patente.
Por recomendación de su confesor Francisco de Borja, Juana fundó en 1557 el Convento de Nuestra Señora de la Consolación para clarisas descalzas, hoy conocido como Convento de las Descalzas Reales (en el palacio de Madrid donde ella había nacido) u en Alcalá de Henares el Real Colegio de San Agustín.
Cuando Felipe II volvió a España en 1559, Juana se retiró absolutamente de la vida política y social para dedicarse aún más a la vida religiosa, aunque siguió teniendo un estrecho vínculo con la corte.
Falleció en el Monasterio de El Escorial en 1573; a los treinta y ocho años de edad, pero fue enterrada en el Convento de las Descalzas Reales de Madrid, en un sepulcro realizado por Pompeo Leoni.
Escrito para azperiodistas.com por Mongutz.