No es muy agradable de imaginar lo que pasó a Claus Jørstad que había comprado para su ducha un en Ikea. Tenía una lesión en la rodilla y necesitaba ducharse sentado, pero a punto estuvo de ser peor el remedio que la enfermedad.
Cuando fue a darse su primera ducha estrenando el taburete, uno de sus testículos se quedó encajado en un agujerito del artilugio. Lo que sintió también es poco agradable de imaginar.
Se le hinchó el testículo y prácticamente no podía moverse. Tuvo que estar un buen rato así, esperando que alguien viniera a rescatarle. Se le acabó el agua caliente y hizo miles de esfuerzos para alcanzar un secador eléctrico del armario para poder entrar en calor.
Esto le salvó, sino la vida, sí el testículo, el movimiento hizo que saliera solo y es que el agua fría y la bajada de su temperatura corporal lo habían dejado arrugadito de frío y le habían disminuido el tamaño.