Desalmados de Grünenthal con su Talidomida

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PRUEBA

Nuestra sociedad está diezmada de crueldad e indolencia, más si cabe cuanto más avanzamos en este siglo XXI en que parece arreciar la repugnancia por ciertas actitudes generalizadas de nuestra insana convivencia.

Existe una firme percepción de que el egoísmo y el mal imperan contra toda lógica o elemental moralidad. Se beatifica al asesino y se anatemiza a la víctima; se endiosan mamarrachos para convertirlos en adalides sociales que pueden traer la ruina definitiva y se obvian las inteligencias preclaras que están enterradas bajo la supervisión de la mediocridad y el parasitismo vitalicio del abuso.
Se protegen los derechos del criminal por encima de la dignidad de quienes lo sufren.

Muchos jueces han mostrado la vesania en instrucciones donde el Mal juzgado tenía ganada la partida a priori ante una panda de cobardes y negligentes seres vivos. Solo eso, vivos, que no humanos, acaso las bestias proceden con mejor misericordia. No andamos bien, no, y la perspectiva es peor.

Antecedentes sobre esta degeneración ya existían en el pasado siglo dando coletazos de advertencia que ha sido desoída por esa capacidad implícita de nuestras involuciones morales para acometer, con mínima conciencia, las múltiples problemáticas que han cavado una tumba en latifundio de nuestros valores antaño más civilizados; al menos en apariencia los hubo, porque al 2014 el que es un miserable ya no ha de disimular para salirse con la suya.
Basta mostrar la baja calaña para que, a modo de reclamo, acudan las hordas dementes del colectivo egoísta donde cada cual mira por sus bastardos intereses arrinconando los legítimos de la construcción social. Desde el 2004 fuimos de mal en peor y se acrecienta la incertidumbre con sombríos horizontes.

Pero no cabe el hipócrita lamento por cuanto pueda devenir, cuando se permiten atropellos actuales como los que ha denunciado la Asociación de Víctimas de la Talidomida en España (AVITE) quienes, mediante la ingeniosa y elegante denuncia, a través de un vídeo han “felicitado” a la farmaceútica Grünenthal por un ruin triunfo.

En el vídeo los afectados aplauden, con sus miembros deformados por el fármaco, la “brillante” acción legal de la impresentable farmaceútica.

Grünenthal ha litigado con inefable infamia contra los perjudicados de una incompetencia criminal que está acrecentada con mayor iniquidad por la victoria en los tribunales que la exoneran de pagar indemnizaciones en España. No solo provocaron daños irreparables con la chapuza maldita de la Talidomida sobre inocentes, sino que en Grünenthal además se porfió para no responsabilizarse de la atrocidad.

La deformidad no está en los sufridos afectados sino en cuantos han conformado este vórtice de inmundicia legal que ha dejado sin indemnizaciones a tantas personas que, sumergidas en un calvario propiciado por inicuos canallas, han asistido impotentes a cómo condenaban toda una vida de sacrificio con el formulismo de la prescripción sobre las acciones emprendidas por AVITE.

La Talidomida es ese infernal fármaco dirigido a embarazadas que todo enemigo de la Humanidad quisiera producir para causar misántropos estragos, con la triunfal percepción de una crueldad desatada contra el progreso y la evolución del bienestar en el mundo. Es un producto propio de hijos de mala madre que lo fabricaron. Un fármaco a medida de los diablos que lo crearon en Grünenthal, empresa vergonzante que lejos de arrepentirse de la barbarie descontrolada, surgida del submundo de sus laboratorios incompetentes, aún se ha permitido el bochornoso y maligno recurso corporativo de negar indemnizaciones a los sufridos damnificados que se gestaron con malformaciones durante los años cincuenta y sesenta.

La Justicia no se libra de esa percepción ciudadana que escucho en la calle, antes bien parece incrementar el sesgo de ruindad que aqueja a los indefensos, algunos dicen que son túnicas que no togas de un aquelarre martirizando víctimas diezmadas y sacrificadas por pura y absoluta indefensión legal.

En Alemania, sin embargo, los tribunales alemanes han condenado a la negligente farmacéutica al pago de 500 millones de euros. Suerte germana avalada por la diligencia moral de la que se carece en España.

Es paradójico que el perjuicio causado en los años cincuenta y sesenta, con el añadido de la lentitud judicial, quede libre de responsabilidades por una prescripción. La moralidad no prescribe, ni la ética debería, como tampoco la decisión de la vergüenza. Quedará semejante aberración para los anales de la Historia como una lacra más de nuestras civilizadas hipocresías.

La Audiencia Provincial de Madrid anuló la sentencia condenatoria contra la farmacéutica que se había dictado en el Juzgado de Primera Instancia número 90 de Madrid. Dicha sentencia condenaba al fabricante de la Talidomida a pagar 20.000 euros por cada punto porcentual de minusvalía; una oxigenación de Justicia por toda una vida de amarga lucha por la supervivencia… para nada. Una prescripción legal formulada en un instante sacrificó la existencia torturada de muchos inocentes. El averno está de fiesta.

Para colmo de la desfachatez más vomitiva la farmacéutica Grünenthal que alegra las incondicionales argucias del demonio para provocar sus injusticias, sigue presumiendo en su web de un código deontológico del que, a tenor de los hechos que la califican, siempre careció. Son esas malformidades del alma que campan por sus respetos las que convierten este orbe en un engaño de tragedia y cinismo.

Si existiera bienaventurada Justicia, deberían prescribir las oportunidades de los desalmados para no seguir provocando tanto mal como esta farmaceútica que algunos definen ya del demonio.

Ciertamente que si los nazis hubieran pergeñado algo igual, se habrían felicitado por ello como hoy se felicitan en Grünenthal por ganar un deshonroso pleito que debería equivaler, sin credibilidad profesional ni moral ninguna, por toda una quiebra… o por una rectificación y una disculpa, con responsabilidad pecuniaria de Grünenthal para con los afectados, más allá de los tribunales que han permitido la impunidad por un crimen de lesa humanidad.

Escrito para azperiodistas.com por Ignacio Fernández Candela.