Morse inventó el sistema de telegrafía mediante pulsos electrónicos cifrados en un código inventado también por él.
Pero además de ser el inventor del telégrafo fue un pintor reconocido en su tiempo y fundador de la Academia Nacional de Dibujo de Nueva York.
El inventor del telégrafo
Samuel Finley Breese Morse nació en Boston, Massachussets (EE.UU) un 27 de abril de 1791. Era hijo del clérigo protestante Jedidiah Morse, que fue uno de los geógrafos más importantes de América en los años posteriores a la independencia.
Los padres de Samuel siempre trataron que recibiera una educación esmerada. Por ello acudió a prestigiosas academias e incluso a la Universidad de Yale. Se formó en filosofía religiosa, matemáticas, veterinaria equina y electricidad. En la universidad, Morse nunca demostró mucho interés por las clases, excepto por la pintura y la electricidad, lo que causó no pocas veces la desesperación de sus padres y profesores. Aún así, se graduó con honores.
Pero Morse decidió dedicarse a la pintura. Después de graduarse en Yale trabajó unos meses como oficinista en una editorial de Boston hasta que logró convencer a los padres para que le permitieran ir a Londres a estudiar bellas artes, ciudad donde se convertiría en retratista y escultor de éxito.
A su regreso a los Estados Unidos en 1825, se estableció en la ciudad de New York, donde se ganó la vida como retratista, convirtiéndose en uno de los pintores más importantes y respetado del país. Fue, además, fundador y primer presidente de la Academia Nacional de Dibujo y profesor de arte y diseño de la Universidad de la Ciudad de New York.
Sin embargo, Samuel Morse era un hombre inquieto, y también le interesaba mantenerse al tanto de los últimos descubrimientos y experimentos relacionados con la electricidad.
Tiempo después Morse regresó a Europa y poco a poco le fue prestando más atención a la química y la electricidad, especialmente en lo relacionado con los descubrimientos realizados por el francés André-Marie Ampère acerca de la corriente eléctrica y el magnetismo.
De regreso a Estados Unidos en 1832, concibió la idea de crear un telégrafo eléctrico que sirviera para enviar mensajes a largas distancias a través de un cable. La idea no era nueva, pero hasta ese momento nadie la había materializado.
En 1835 tenía construido el primer prototipo de telégrafo. En 1837 consiguió un socio (Alfred Vail) que le aportó ayuda técnica y financiera para desarrollar un sistema de telégrafo con el que transmitir mensajes en un código de puntos y rayas y en 1838 había creado el código que permitiría cursar los mensajes, más conocido después como alfabeto o código Morse, compuesto de puntos y rayas.
En 1843 consiguió la patente y el Congreso norteamericano aprobó la construcción de una línea experimental entre Washington y Baltimore.
El 24 de mayo de 1844, Morse transmitió un mensaje a través del telégrafo que se haría tan famoso (“Lo que Dios ha creado”, una cita bíblica) desde la cámara de la corte suprema en el sótano del Capitolio a Baltimore.
A pesar de lo exitoso de su de su invento, Morse también tuvo que enfrentarse a la oposición de supersticiosos que culpaban a su invento de todos los males, además de que, simultáneamente en otros países y por otros científicos, también desarrollaron la idea, por lo que Morse se vio envuelto en largos litigios para obtener los derechos de su sistema. Estos derechos le fueron finalmente reconocidos en 1854 por la Corte Suprema de Estados Unidos.
Con su invento, Morse ganó una gran fortuna con la que compró una extensa propiedad, y en sus últimos años se dedicó a la filantropía, aportando sumas considerables a escuelas como Vassar College y la Universidad de Yale además de otras asociaciones misioneras y de caridad.
Morse falleció de neumonía el 2 de abril de 1872, a los 80 años, en su casa de Nueva York. Esta enterrado en el cementerio de Green-Wood en Brooklyn.
Su afición, la pintura
Para Morse la ciencia y el arte no eran rivales.
Gustaba de lo uno y de lo otro. Se graduó en la Universidad de Yale en 1810 y se orientó hacia la pintura, estableciendo su estudio, una vez regresó de realizar sus estudios de arte en Londres, en Nueva York.
En Londres fue reconocido pintor de escenas históricas y retratista, y de regreso a Estados Unidos se convirtió uno de los retratistas más importantes del país, formando parte de los grupos intelectuales más distinguidos.
A los 27 años conoció a Lucrecia Walker, una bella y culta joven de la que se enamoró. La pareja se casó y tuvieron cuatro hijos, pero siete años después al poco de nacer el cuarto, su mujer murió, dejándole desconsolado (Morse se casaría posteriormente en segundas nupcias). Como pintor no llegó a ganar mucho dinero y durante esos años malvivía con sus escasos ingresos.
Pero sus cuadros poco a poco empezaron a cotizarse. Altas personalidades de la política, del país y del extranjero, solicitaban sus cuadros, e incluso pedían que se les pintase. Uno de sus cuadros más famosos de esa época es precisamente el retrato del marqués de Lafayette, héroe de la independencia de Estados Unidos.
El cuadro de Lafayette quedó interrumpido debido a la triste noticia de la muerte de la mujer de Morse, y es entonces cuando abandona Washington y se instala en Nueva York. Allí, en 1826, contribuirá a organizar, junto a un grupo de amigos y jóvenes artistas, la Academia Nacional de las Artes Plásticas, que reunía a pintores, escultores, arquitectos y grabadores. Morse será elegido presidente de dicho organismo, cargo que ocupó hasta 1845.
Sin embargo, en 1837, Samuel Morse abandonó la pintura para dedicarse plenamente a sus experimentos, lo cual oscurecería sus méritos como pintor.
Escrito para azperiodistas.com por Mongutz.