Hay partidos que se ganan en un instante o en dos. El de ayer, por ejemplo. Roberto Soriano metió dos goles en cuatro minutos. Algo extraño pues al Celta no le abren la puerta tan pronto en los partidos. Solo aguantó nueve minutos. Del minuto nueve al doce, se le rompió todo a Berizzo. El Villareal fue un martillo pilón. Posiblemente este Villarreal no sea tan operístico como el de Pellegrini pero tiene coartada porque tiene pegada, equilibrio, gol. Los amarillos no preguntan, golpean. Y lo hace con una efectividad asombrosa.
Es un equipo ordenado, con las líneas muy juntas y que corre muy bien a la contra. Es cierto que tiene a un pillo mitad napolitano, mitad alemán, que es Soriano que incendia el Madrigal cuando agarra el balón. Pero el Villarreal es más que sus genialidades. Es un equipo de abajo-arriba y muy bien comandado. El Celta no supo superar su pesadilla inicial. No le salió nada. No entró nunca en el partido. Fue arrollado por un muro amarillo que ayer se le cayó encima. Los gallegos son un equipo muy reconocible. Mueven muy bien el balón pero cuando le cierras los pasillos tiene problemas. Fran Escribá se los cerró a cal y canto.
Bakambu alargó las diferencias antes del descanso con un 3-0 que dejaba sin opción a los celestes. Una contra perfecta que el congoleño remató en el mano a mano con Sergio.
La segunda parte comenzó con una jugada extraña y errónea de los vigueses que hicieron aguas desde su portero hasta Wass que metió el gol en su propia portería. 4-0 para apretar la liga por arriba. Todo en un pañuelo. Los cinco primeros en dos puntos. Entre ellos el Villarreal quien goleó como sus competidores de arriba en la liga. Este equipo promete. Es uno de los conjuntos más equilibrados del campeonato que maneja a la perfección el arte de la contra. Mensajes que van de puerta a puerta a ritmo de relámpagos. Y sin olvidar que es muy complicado hacerle goles a este equipo.
Escrito para azperiodistas.com por Emilio Gómez.