Leston Lawrence era un empleado de la Real Casa de la Moneda en Canadá, ya no, lo pillaron infraganti robando 22 monedas de oro que valen 170.000 euros y escondiéndolas en su hueco más íntimo, el ano para poder sacarlas de las instalaciones.
Lo hacía con cautela y podo a poco, cada mes “se birlaba” una o dos monedas y con unos guantes de latex – qué pulcro…- y ayudado de vaselina, se lo metía por el año. Lograba burlar los detectores de metales por el que debe pasar al finalizar su jornada laboral. Sí, sonaba el arco detector, pero al hacer el registro manual nunca le encontraban nada.
Cada moneda pesa 210 gramos y sacaba por ella unos 6.500 euros, dependiendo del precio del oro. El cheque con el que cobraba era depositado en un banco y transferido después a cuentas fuera de Canadá.
Así hasta que un día un empleado del banco empezó a sospechar y al investigar, vio que trabajaba en la Casa de la Moneda. Rápidamente dio la voz de alarma. Y lo pillaron in fraganti.