Este Plan, que exige la Unesco a las Ciudades Patrimonio de la Humanidad y con el que por ahora solo contaba Ávila, es un documento marco para actuaciones normativas posteriores que recoge ideas, criterios y estrategias de actuación destinadas a conservar y poner en valor la Ciudad Vieja a la vez que contribuye al desarrollo económico, social y cultural.
Tras el Plan General de Ordenación Urbana (PGOU), el equipo de Gobierno Municipal llevará ahora el plan de la Ciudad Vieja – coincide con la primera vía de ronda- al Consejo Sectorial de Urbanismo y Medio Ambiente, a la Comisión de Fomento y al pleno municipal.
De esta forma, gracias a partidas presupuestadas que podrían rondar el millón de euros, el Consistorio trataría de comenzar con una veintena de intervenciones del documento, con el propósito de hacerlas una realidad antes del final del presente mandato.
El Plan de Gestión ahora a debate parte de un inventario de 717 elementos catalogados con algún tipo de protección en la Ciudad Vieja. Establece, en cuanto a la conservación del patrimonio, medidas concretas para mejorar y revisar el catálogo arquitectónico y arqueológico existente en el PGOU; reforzar la normativa vigente en materia del parcelario histórico, usos y condiciones de edificación; delimitar los nuevos entornos de protección de los Bienes de Interés Cultural; e introducir el paisaje como herramienta de control en la conservación del patrimonio.
El Plan incluye medidas para actualizar el catálogo arquitectónico e incluir nuevos elementos de interés, como la arquitectura contemporánea y los llamados patrimonios menores, como esculturas urbanas, portales y comercios emblemáticos.
El Plan recoge también el inventario de 162 intervenciones arqueológicas llevadas a cabo en la Ciudad Histórica de Salamanca desde el año 1986 y define tres áreas arqueológicas:
‘Reservas’, en las que la presencia de restos recomienda no realizar ningún tipo de actividad arqueológica, como en el Jardín de la Merced y el Jardín de Calixto y Melibea; ‘De cautela’, en las que existe «una alta probabilidad» de contener restos de fortificaciones, tramas urbanas significativas del desarrollo de la ciudad o edificios desaparecidos, como en la Plaza de San Juan de Sahagún donde se pueden hallar restos de la iglesia de San Mateo o la Plaza de San Justo; y ‘De protección arqueológica genérica y yacimientos arqueológicos’, que son las zonas extensas relacionadas con la periferia de la ciudad donde existe la posibilidad de hallar restos dispersos, como en la Vía de la Plata y la Vega del Tormes y Arroyo del Zurguén.
El Plan de Gestión también incorpora la prohibición expresa de modificar el parcelario histórico, restringe las instalaciones en la fachada de la edificación catalogada, limita la posibilidad de cambios de alineación y precisa las condiciones formales de rótulos, carteles y placas en fachada. Igualmente, delimita nuevos entornos de protección de Bienes de Interés Cultural, donde incluye «en lo posible» manzanas completas.
Y, como novedad, delimita 21 entornos de todos los BIC, entre ellos algunos que carecían de este ámbito, como la propia Plaza Mayor, la Torre del Aire, el Palacio de Monterrey, o las iglesias de San Marcos o de Sancti Spíritus.
En estos entornos de protección no se permitirán instalaciones duraderas que alteren la visión del BIC y las instalaciones de servicios, alumbrado y mobiliario deberán adaptarse a la estética de la zona, sin generar disonancias de formas, colores o materiales.
Para reforzar la conservación del patrimonio, el Plan de Gestión persigue también la protección de las vistas hacia y desde la Ciudad Vieja para lo que establece unas zonas de «visibilidad preferente» en las carreteras de acceso a la ciudad y unas zonas de intervisibilidad como en Arroyo del Zurguén o Salas Bajas.
Estas zonas gozarán de una protección para preservar la visión del paisaje tradicional por lo que se restringirán las edificaciones que generen impactos visuales negativos, y el Consistorio no permitirá construcciones que alteren el perfil de la Ciudad Vieja en su visión externa, y se controlará los materiales de los edificios y las condiciones de urbanización así como la limitación de emisiones y la preservación del carácter natural de los espacios.
Igualmente, el Plan de Gestión delimita un área de regeneración urbana, que es la zona de San Cristóbal-Las Claras, donde propone la mejora de las edificaciones y su accesibilidad, de la urbanización y de espacios libres públicos.
Este documento insta, además, a un programa de acciones sobre el espacio público y elementos patrimoniales de la Ciudad Vieja, que incluya un plan de actuación sobre pintadas y grafitis; propuestas de actuaciones sobre la acción «perniciosa» de las aves; propuesta de señalización turística y propuestas de actuación sobre bienes catalogados que sufran patologías, además de criterios para el tratamiento de elementos vegetales y la jardinería.
Además, el Plan de Gestión remite en la gestión del transporte público y la movilidad a las medidas recogidas en el Plan de Movilidad Urbana Sostenible, que apuesta por la peatonalización de la Ciudad Vieja en distintas fases, por la reducción del tráfico de autobuses en el centro histórico, por el impulso de la movilidad ciclista o por la reducción de la emisión de gases contaminantes.