La brutal matanza de Al Rauda deja al pueblo sin hombres, las viudas entierran a los cadáveres en fosas comunes

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Más de 300 muertos, entre ellos 27 niños han fallecido tras el brutal ataque terrorista del pasado viernes contra una mezquita del Sinaí, en el norte de Egipto. Todas las víctimas, incluidos los niños, son varones.

Los terroristas colocaron artefactos explosivos de fabricación casera alrededor del templo sufí y los hicieron detonar a la salida de los fieles del rezo del viernes. Después ametrallaron a quienes habían sobrevivido a la explosión e intentaban huir de la zona para ponerse a salvo.
Como resultado de este salvaje acto, más de 300 personas han muerto y los heridos alcanzan cifras cercanas a los 140.

Los terroristas, un grupo de unos treinta, cerraron “las puertas de la mezquita y mataron a todos los que rezaban”. Tras la explosión e incluso mientras llegaban las ambulancias, varios terroristas continuaron disparando indiscriminadamente a los supervivientes que intentaban huir para ponerse a salvo y a los miembros de los servicios sanitarios.

La mezquita atacada, Al Rauda, pertenece a la comunidad sufí y está situada en un pueblo con el mismo nombre. Al Rauda es una localidad que hasta el momento tenía 700 habitantes. Tras la muerte de más 300 personas, varones en su totalidad, ha dejado al pueblo prácticamente sin hombres. Las mujeres se ven ahora en pleno duelo, obligadas a intentar sacar a sus familias adelante en una zona empobrecida y devastada por el terrorismo de DAESH.
De momento, ante la falta de medios y teniendo en cuenta la cantidad de víctimas mortales, los cadáveres se están enterrando en fosas comunes.

«Al Rauda era un pueblo de 700 habitantes al que han dejado sin hombres. No quedan varones, ni ancianos, ni jóvenes ni niños», ha dicho a los medios uno de los supervivientes de la masacre. «Son tantos los mártires que los hemos enterrado en fosas comunes. No puedo creerme que alguien que se dice musulmán pueda matar a otros fieles y hacerlo mientras rezan en una mezquita».

Las víctimas pertenecen en su mayoría al sufismo, una rama minoritaria del Islám que profesa sólo el 5% de los musulmanes. Por su concepción más cercana al cristianismo, son considerados como ‘herejes’ por los más radicales.

Según varios testigos, los autores de la masacre fueron una treintena, iban enmascarados, vestidos de paramilitares y al menos uno de ellos portaba la bandera de Daesh.