El sistema sanitario vasco acusó los efectos de la COVID-19 pero en ningún momento llegó a estar colapsado y mostró una gran resiliencia ante la pandemia, en un escenario de máxima presión y demanda asistencial. Ésta es una de las principales conclusiones del informe elaborado por la Universidad del País Vasco/Euskal Herriko Unibertsitatea sobre la respuesta del Sistema Vasco de Salud contra la pandemia de COVID-19, entre enero de 2020 y enero de 2021 solicitado por el Departamento de Salud con el fin de extraer lecciones para futuras crisis sanitarias.
El exhaustivo informe ha sido presentado hoy ante la Comisión de Salud del Parlamento Vasco por Guillermo Quindós y Javier Ballesteros, profesores de la Facultad de Medicina y Enfermería de la UPV/EHU y miembros del equipo redactor, que distingue:
-Una primera fase (entre enero y mayo de 2020, en la primera ola) en la que se tomaron decisiones críticas en un contexto general de incertidumbre, donde la prioridad fue dotarse con la mayor rapidez posible de las estructuras y los recursos necesarios para prevenir los contagios, con medidas de control de la transmisión de la infección y capacidad para atender con eficacia a las personas enfermas de COVID-19.
-Una segunda fase (entre mayo de 2020 y enero de 2021, en olas posteriores) en la que la prioridad fue asentar e implementar las medidas sociosanitarias de mayor utilidad desarrolladas en la primera fase, a la vez que se recuperaba en la medida de lo posible la atención asistencial ordinaria. Con la experiencia adquirida en la primera ola y los instrumentos habilitados, se pudieron planificar y modular las medidas con más tiempo, aunque este proceso fue paulatino y no exento de situaciones imprevistas.
A partir de ahí, el informe de la UPV/EHU divide su análisis en varios ámbitos:
Gestión de la crisis. El principal problema detectado por el informe es la dificultad para dar cobertura legal a las medidas preventivas y sanitarias que, si bien restringen derechos fundamentales, han demostrado ser eficaces en el control de la expansión de la COVID-19. Así, cree necesario disponer de normativas adecuadas para dar cobertura legal a medidas sanitarias urgentes en respuesta a crisis sanitarias y desarrollar planes o estrategias orientadas específicamente a alcanzar este objetivo. En cualquier caso, el informe apunta como logros la activación del LABI como órgano formal de gobernanza y coordinación, y la creación de la comisión técnica del LABI; o el desarrollo de los planes de respuesta Bizi Berri en mayo de 2020 (desescalada) y Bizi Berri II en octubre de 2020 (preparación del escenario de otoño-invierno) ante la probable aparición de la gripe estacional.
Salud Pública. Algunas de las dificultades que destaca el trabajo de la UPV/EHU tienen que ver con la falta de conocimiento en la primera ola sobre el virus y la enfermedad, la dotación insuficiente de personal para afrontar una pandemia de estas dimensiones o la rigidez de los procesos de contratación de la Función Pública. Entre las buenas prácticas realizadas, se subraya el desarrollo de la Red de Vigilancia y Control, y el incremento de sus recursos a lo largo de la pandemia, además del desarrollo de planes de contingencia y aprendizaje continuo en una situación de gran incertidumbre. Como recomendación de futuro, el informe propone dotar de mayor autonomía y flexibilidad de recursos a la entidad competente en Salud.
Asistencia sanitaria. Según constata el informe, la respuesta sanitaria a la pandemia ha sido liderada por el Sistema Público Vasco de Salud, Osakidetza, que, con la inestimable ayuda de las severas medidas de restricción social adoptadas, en ningún momento ha llegado a estar colapsado y ha mostrado una gran resiliencia en un escenario de máxima presión y demanda asistencial. En este sentido, destaca el papel de los planes de contingencia del Departamento de Salud y Osakidetza, que han permitido mantener la capacidad asistencial con medidas eficaces. Sobre la base de esta experiencia, el informe sugiere la conveniencia de elaborar un plan integral para este tipo de contingencias que dé respuesta a las epidemias y, en general, a las crisis sanitarias graves. Al mismo tiempo, el documento realza la gran implicación y compromiso del personal sanitario para trabajar en condiciones de presión y riesgo elevado para su salud, y advierte de que la respuesta frente a una pandemia no puede depender del desempeño voluntarioso del personal y se debería establecer una estrategia de recursos humanos que no sobrecargue su trabajo en situaciones de emergencia.
Atención sociosanitaria. El informe valora de forma positiva el trabajo de coordinación y colaboración interinstitucional realizados durante la pandemia, destacando la existencia de un órgano como el Consejo Vasco de Atención Sociosanitaria, aunque considera que el ámbito sociosanitario necesita mejorar en la coordinación interinstitucional de la atención sanitaria en las residencias de personas mayores, personas con discapacidad y otros colectivos atendidos por los servicios sociales.
Capacidad diagnóstica. A juicio del análisis de la UPV/EHU, la capacidad diagnóstica ha sido un factor clave en la respuesta a la pandemia. Los laboratorios de la Red de Diagnóstico Biológico de Osakidetza tuvieron capacidad diagnóstica propia desde fases muy tempranas (febrero 2020). El informe destaca además que la red haya contado con una estrategia de compra corporativa, así como una gestión de proveedores orientada a la diversificación para disminuir los riesgos de desabastecimiento. De cara a futuras situaciones similares, apunta que sería necesario crear un almacenaje de seguridad o estratégico, y seguir mejorando en los sistemas de información y en los métodos de diagnóstico.
Gestión y asistencia a profesionales. El informe presentado hoy constata que la respuesta de las y los profesionales del Sistema Vasco de Salud ha sido ejemplar por el gran esfuerzo y compromiso realizados. Además, las fortalezas de Osakidetza, como organización han permitido realizar una gestión del personal para reforzar aquellas unidades que en cada momento han tenido una mayor presión asistencial, aunque echa en falta un plan de contingencia que marcara las pautas para la implantación más rápida y eficaz de dicha movilidad. Asimismo, estima que la función pública no contempla los mecanismos de flexibilidad que habrían posibilitado los trasvases de profesionales dentro de las administraciones públicas. Concluye también que hay que invertir en prevención de riesgos laborales y en el manejo de la salud de las y los profesionales, estableciendo una previsión de soporte emocional y psicológico sistematizado al personal sanitario que participa directamente en la pandemia.
Suministros. Según el informe, la gestión de compras y suministros ha sido otro factor clave en la respuesta a la pandemia. Se trabajó con diligencia incluso antes de la declaración de emergencia sanitaria por la OMS, pero no se pudo anticipar la magnitud de la necesidad posterior de recursos. Además, la obtención de equipamiento crítico se realizó en unas condiciones de mercado extremadamente competitivas. Se realizaron buenas prácticas, como la creación del Centro Logístico de Boroa o la colaboración intersectorial, mientras que la avalancha de ofertas de dudosa procedencia sobre unos materiales sujetos a normativa sanitaria de seguridad muy estricta se solventó de forma satisfactoria gracias a la experiencia de compra del sistema sanitario público vasco. Ante futuras crisis, el documento apuesta por una reflexión sobre el stock estratégico, los procedimientos de homologación y certificación propios, el almacenamiento logístico y la distribución, entre otros aspectos.
Información y comunicación a la ciudadanía. La información veraz y contrastada genera seguridad en una situación de incertidumbre y tener una voz autorizada oficial ha contribuido a este objetivo, según destaca el informe. Nunca antes había sido tan necesaria una coordinación y una colaboración tan estrecha entre los diferentes agentes institucionales y sectoriales que han participado en la respuesta a la pandemia, y, aunque en muchos momentos, los instrumentos de coordinación han estado sometidos a una gran tensión y han necesitado ser reforzados de forma continua, el resultado final puede ser una buena base para definir un modelo de coordinación ante futuras emergencias sanitarias.