- El equipo técnico del Servicio foral de Patrimonio ha aprovechado las mareas vivas extraordinarias de septiembre para efectuar un análisis y documentación de la pieza a contrarreloj.
- La embarcación, de 14 metros, llevaba en su carga mineral de hierro. El estudio del lastre permitirá ahora saber las rutas marítimas que seguía.
- La diputada de cultura Goizane Álvarez subraya que estos hallazgos permiten avanzar en el estudio de la carpintería naval vasca del siglo XV y su aportación al legado europeo
El patrimonio de Gipuzkoa sigue sumando elementos que permiten conocer más detalles de su historia. Es el caso del barco que apareció a principios de septiembre en la playa de Ondarreta. El equipo del Servicio de Patrimonio del Departamento foral de Cultura ha realizado una labor de análisis y documentación de la pieza a contrarreloj. Tras seis jornadas de intenso trabajo aprovechando las ventanas de oportunidad que daban las mareas vivas, el informe concluye que se trata de un pecio de madera de roble del siglo XV, de 14 metros de eslora. La pieza no será extraída, y tras realizarle un tratamiento específico de protección, seguirá descansando en el arenal donostiarra.
La diputada de Cultura Goizane Álvarez, subraya que los datos obtenidos, sin duda, permitirán avanzar en el estudio de la carpintería naval vasca del siglo XV. Teniendo en cuenta lo excepcional de este tipo de evidencias arqueológicas -con el descubrimiento casual y la operación de documentación de emergencia realizada-, hacen del pecio de Ondarreta un hallazgo extraordinario para el patrimonio naval medieval vasco. Los testimonios arqueológicos de barcos medievales “son muy reducidos, en comparación con la cantidad de información que hay sobre el tráfico marítimo en esa época. Con el pecio de Ondarreta, se añade un ejemplo más, y refuerza el peso de los astilleros vascos en la época a nivel europeo”.
El 4 de septiembre un paseante descubrió por casualidad elementos de madera en el extremo de la playa más próximo al paseo de Eduardo Chillida. El personal técnico de la Diputación de Gipuzkoa inició de inmediato un plan de evaluación, que se llevó a cabo los días 5 y 6 de septiembre. En dicha operación, se comprobó que se trataba de una embarcación con casco a tingladillo y forro interior. La muestra de roble obtenida de una traca del casco permitió datar por dendrocronología el último anillo de crecimiento presente en el año 1425.
La semana siguiente, aprovechando que se trataba de una semana de mareas muertas, según explica Mertxe Urteaga, arqueóloga foral que ha estado al frente del operativo, “se redactó el proyecto de actuación arqueológica de emergencia, y se planificaron los trabajos para los días 17 al 22, coincidiendo con las mareas vivas. Tuvimos mucha suerte porque incluían cotas de marea baja extraordinarias, y el pecio quedaba accesible entre 3 y 4 horas, en los casos más favorables”.
Las dificultades añadidas del lugar en el que estaba la embarcación, que con cada subida de la marea echaba por tierra los avances realizados, obligó a planificar el análisis de la pieza por sectores, hasta completar la pieza en los seis días de trabajo. Urteaga, que califica de “satisfactoria” la operación, explica que la labor diaria comenzaba con la ayuda de una pequeña excavadora “para abrir canales de drenaje y favorecer así la evacuación con motobombas de las aguas en la zona de trabajo. Se instalaba el vallado y, en cuanto se retiraban las aguas, comenzaba la extracción a contrarreloj de los depósitos de arena que cubrían el pecio”. Entre las observaciones, figura la conservación de parte del lastre de piedra caliza y restos de mineral de hierro (óxidos e hidróxidos) que llevaba en su carga. El estudio del lastre permitirá saber las rutas marítimas que seguía la embarcación.
Una vez cubierta esta fase de la operación arqueológica en cada sector, “se realizaba la documentación mediante fotogrametría, para rellenar inmediatamente con sacos de arena la zona abierta para evitar que la fuerza del mar se lleve por delante los restos arqueológicos”, expone. Según señala el equipo técnico compuesto por ocho personas que ha trabajado en el operativo, si la solución utilizada para proteger el pecio se mantiene con buenos resultados, no hay intención de proceder a su extracción. “Los tratamientos de conservación, además de muy complejos, no ofrecen garantías de estabilidad al 100%”, apunta Urteaga.
Otros casos
La datación que se maneja lo hace contemporáneo del pecio de Newport, un mercante de 30 metros de eslora, construido en los astilleros vascos, que se descubrió en esa ciudad galesa en el año 2002. Y se suma, además, al pecio de Urbieta en Bizkaia de cronología similar y a los pecios de Orio II y Orio IV que se extrajeron de la desembocadura del Oria para evitar que fueran destruidos en unas obras de drenaje en 1991-1992.
El hallazgo de Ondarreta se trata además del segundo en el mismo sector de la playa de Ondarreta en un mes. El 5 de agosto las corrientes marinas habían desplazado toneladas de arena de esa zona, dejando a la vista el lecho de piedras y también una costilla de una barcaza. El equipo técnico del Servicio foral de Patrimonio Cultural diseñó y llevó adelante la operación de extracción de la pieza, que fue trasladada a la piscina de Gordailua, el centro de Colecciones Patrimoniales de bienes muebles de Gipuzkoa.
Allí sigue el tratamiento de desalación y mantenimiento de las condiciones de saturación de agua en las que se ha conservado la madera. Asimismo, se ha podido constatar que se trata de un elemento aislado que por sus características podía pertenecer a una embarcación de fondo plano de las que frecuentaron el estuario del cauce de Igara que era navegable hasta Añorga; la existencia en esa zona del caserío Portuetxe que se mantiene como reconocido asador, es prueba de ello.