El Ayuntamiento, a través de la Fundación Municipal de Cultura, invita a contemplar este gran Belén. En esta ocasión, el encargo ha sido realizado a la Agrupación Belenista «La Adoración», quién nos presenta el trabajo de uno de sus miembros fundadores: José María Villa.
En la construcción de su belén inciden variedad de elementos que desde la concepción del proyecto y hasta el montaje final, precisan de conocimientos, estudio de técnicas, experiencias de taller, intercambios de ideas, lecturas bíblicas… Todo ello constituye el bagaje de un buen belenista, esto es: información y vocación, lo que José María plasma en sus belenes.
Inicia muy pronto el aprendizaje en la familia, primera y verdadera escuela del belenismo, donde aprende el uso y manipulado de diversos materiales como el corcho, el papel de aluminio para el riachuelo… y donde se va sensibilizando con el inconfundible olor a musgo. En sus recuerdos permanecen los escenarios familiares, el pasillo, la buhardilla compartida con la carpintería del abuelo, etc. Aquellos belenes tenían el encanto de la espontaneidad, donde no importaban ni la perspectiva ni la proporcionalidad en las representaciones.
Este año se podrá contemplar a través de su embocadura, un nacimiento, de estudiada composición y acertado tratamiento en el que podremos ver el paso del tiempo en las arquitecturas que forman la urbe de Belén. Se configura de forma escalonada con tortuosas callejuelas y con cerramiento rocoso en el horizonte.
Todas las edificaciones son originales, realizadas de forma artesanal empleando para ello diferentes materiales. Las figuras son de terracota, de dimensiones que oscilan entre 16 y 30 cm. realizadas para este belén por la escultora palermitana Ángela Tripi.
HISTORIA DE LOS BELENES
En el año 1223, tres años antes de su muerte, con el permiso del Papa Honorio III, San Francisco de Asís celebró una misa en un pueblo de Greccio, con una imagen del Niño Jesús, el buey y la mula formó un emotivo cuadro que acompañó de canciones y poesías populares. A este acto fueron invitados religiosos de varias partes, así como hombres y mujeres del lugar que asistiendo con luces y hachas se dispusieron a iluminar aquella Noche con gran claridad. Esto emocionó a la gente, haciendo que esta costumbre se extendiera durante los años sucesivos por otros pueblos y ciudades, siendo los Franciscanos los que comienzan a conmemorar plásticamente el aniversario del Nacimiento de Jesús.
Fueron las monjas Clarisas las que propagaron la tradición de adorar al Niño Jesús representado en una imagen en la cuna y ataviado con ricos vestidos bordados. Se van añadiendo otros personajes al Belén, siendo en el año 1330 cuando en la Iglesia de Santa Clara de Nápoles, se instala un verdadero Belén. Hasta el siglo IV los detalles del suceso de la Natividad se comunican en secreto, debido a las persecuciones de que eran objeto los cristianos, siendo con Constantino en el año 313 cuando aparecen las primeras representaciones gráficas del nacimiento de Jesús. No obstante, en las catacumbas, donde se reunían los primeros cristianos para la celebración de sus actos funerarios, se han encontrado vestigios de representaciones de la Navidad. Enla Catacumba de Priscila aparece la Virgen con el Niño en brazos, y a su lado, señalando hacía una estrella el profeta Isaías estimando que esta pintura puede datar de los años 180 ó 200.
A partir del siglo IV las representaciones del Nacimiento y la Epifanía son mucho más numerosas que las de la Pasión, siendo en el siglo VII cuando el Papa Teodoro manda construir en el interior de la Iglesia de Santa María la Mayor, de Roma, un oratorio reproducción de la cueva de Belén. No obstante, es en el siglo XIII cuando surge la forma iconográfica de representar el Belén, con estatuas independientes agrupadas para formar una escena.
Con anterioridad, el arte románico produjo gran variedad de motivos navideños que ornamentaban capiteles, portadas de claustros, monasterios, etc… Y es que la escultura románica religiosa cumplía dos fines, ya que además del motivo ornamental entrañaba un verdadero sistema didáctico por el que se trata de enseñar al pueblo a través de la imagen. España es una de las naciones más favorecidas en el arte románico, por lo que se dan abundantes representaciones de este tipo: Adoración de los Reyes de la catedral de Tarragona, los capiteles del monasterio de San Juan de la Peña, en San Pedro de la Rúa de Estella, Santo Domingo de Silos, etc.
Es Arnolfo de Cambio, en el año 1290, al que puede considerarse el primer «figurista» del Belén, conservándose en Santa Maria la Mayor su magnífica Adoración de los Magos esculpida en mármol. Hacía 1537 comienzan en Italia a aparecer los Pesebres fijos de exposición permanente, — muchos hacen las veces de retablos – y constan de pocas figuras entre las que se encuentran sibilas y profetas. Pero el primer Belén montado únicamente para el período navideño se realiza en Praga en el año 1562 en la iglesia de los Jesuitas y en 1567 se conoce el primer Belén familiar que consta de 107 figuras y es propiedad de la duquesa de Amalfi. A partir del Concilio de Trento el tema de la Navidad toma un nuevo impulso instalándose paulatinamente en todas las iglesias belenes en la época navideña, algunos representando únicamente a la Sagrada Familia, otros añaden a los Magos y pastores y otro gran número de personajes simbolizando la adhesión a los mismos de la población local.
En el siglo XVIII, máximo florecimiento del Pesebre, Nápoles se pone en cabeza de todas las ciudades europeas en el desarrollo del Belén, ya que crea una escuela incomparable en cuanto a belleza, detalle y meticulosidad de las figuras. Comienzan a construir figuras articuladas confeccionando maniquíes que realizan a base de enrollar estopa y tiras de lienzo en un armazón de alambre y sustituyen la cabeza, manos y pies por piezas de terracota, siendo posteriormente vestidas estas figuras con ricos trajes de la época confeccionados en seda, terciopelo o raso. Carlos III se interesa tanto por este arte que habilita en Palacio una sala para el montaje de un enorme Belén que, permite sea visitado por el pueblo. La aristocracia se apropia de la idea lo que da paso a una extraordinaria proliferación del Belén surgiendo importantes imagineros belenistas como pueden ser Gori, Celebrano, Vaccaro, etc. Esta moda se va extendiendo al pueblo llano, siendo este el que generalmente mantiene toda esta clase de tradiciones. Cuando Carlos III viene a España, tras el fallecimiento de su hermano Fernando VI, trae consigo esta afición encargando a los escultores Esteve Bonet y José Ginés, el conocido como Belén del Príncipe con lo que da pié a que este arte se propague rápidamente por todo el Levante español.
Montañés, Cano y Becrerra, así como Luisa Roldán «La Roldana» son los grandes escultores de esta época. Pero en 1707 nace uno de los más grandes figurinistas hispanos, Francisco Salcillo que heredó de su padre la tradición napolitana creando un Belén compuesto de 566 figuras. Las distintas revoluciones hacen que se frene el proceso del Belén, siendo en el año 1787 abolidos los Pesebres, en Maguncia, por decreto, en Francia desaparecen al clausurarse las iglesias y en Marsella se califican de «indecentes» las figuraciones de pastores. Es en el siglo XIX cuando, tímidamente, las parroquias vuelven a montar sus belenes completos, empezando a divulgarse entre el pueblo las figurillas populares de barro cocido, o de cartón piedra y con materiales baratos que permite en todos los hogares el montaje de un Belén. Cada país y cada región van ofreciendo sus particularidades y creando sus propios belenes, ataviados con trajes de la zona y en los que encontramos, igualmente, a los personajes típicos de la misma. No podemos olvidar en Madrid, el belén creado por el maestro belenista, José Luis Mayo-Lebrija, en el que las figuras aparecen ataviadas con los trajes de chulapas y manolas, apareciendo los personajes típicos del Madrid «castizo» como son el guindilla, la castañera, el sereno, el barquillero, … enmarcados en una corrala o en el Madrid de los Austrias. Esta afición por los Belenes ha dado lugar a la agrupación de las personas en Asociaciones, con un deseo de perfeccionamiento en la construcción de los nacimientos y en la extensión de esta tradición.