¿Quién no ha soñado alguna vez en hacer algo distinto a lo que se ha convertido en habitual?
A veces tenemos la sensación de que es necesario un cambio de aires para respirar mejor, en otros casos hay elementos que en nuestro trabajo actual no funcionan y que nos invitan a pensar si nuestro tiempo en un entorno concreto se está agotando; y también sucede que se pueden producir cambios no deseados en nuestro entorno que nos obligan a tomar decisiones sobre la manera de seguir ganándonos la vida.
Ya sea un atisbo de insatisfacción, la necesidad de nuevos retos o simplemente porque sabemos que en nuestro grupo a una determinada edad se jubila al personal y no tenemos ganas de pasar a engrosar las clases pasivas porque todavía tenemos fuelle y, lo que es más importante, salud para seguir muchos años en activo, son motivos suficientes para ir reflexionando un posible cambio.
Tenemos que partir del principio de que si queremos cambiar tiene que ser a algo mejor, que nos llene más y que nos de ingresos suficientes. En muchas ocasiones cuando nos ponemos a pensar en nosotros, en lo que nos interesa, en qué nos gustaría hacer, llegamos a la conclusión que no sabemos lo que queremos y abandonamos, con lo que perdemos una posible oportunidad o la postergamos hasta que sucede algo inevitable y acabamos perdiendo parte del control de la situación.
También suele suceder que puestos a pensar sobre nuestro futuro nos asustemos visualizando la posibilidad de un cambio y decidamos de entrada no hacer nada. Un cambio implica siempre riesgos y a fin de cuentas la insatisfacción es un atributo propio de la condición humana por lo que ¿para que arriesgarnos si nunca encontraremos la felicidad? ¿A alguien le suena este razonamiento?.
Es relativamente fácil autoengañarse y convertir una zona de fricción en zona de confort simplemente por el miedo a enfrentarnos a un cambio.
En cualquier caso si sentimos el run run interior que nos pide un cambio pongámonos manos a la obra sin dilación, no sea que dejemos pasar el tren y preparemos un plan.
No invirtamos mucho tiempo analizando las causas. Puede ser que nos pique la curiosidad, o que no nos encontremos todo lo a gusto que nos gustaría o que el día a día se nos ha comido la ilusión o lo que sea, el caso es que sospechamos que nos irá bien un cambio y es en este en lo que debemos centrarnos. Así como muchas oportunidades de negocio se mueren prematuramente por exceso de análisis nuestro plan de cambio puede ahogarse por exceso de reflexión de sus causas.
Aprovechemos la oportunidad para soñar. Pensemos en lo que nos haría felices hacer, por dónde nos imaginamos que deberían ir las cosas y convirtamos un sueño, o una pasión, en un proyecto. No nos cortemos las alas.
No olvidemos nuestra experiencia. Planear un cambio no es en ningún caso cortar con nuestro pasado y repudiar la experiencia adquirida. Partamos de nuestras capacidades, de nuestros talentos y competencias ya que usadas como palancas nos ayudarán a trazar el recorrido de manera más sencilla. Tracemos puentes con nuestro pasado y no cavemos fosos.
Centrémonos en nuestro foco. Es el momento de revisar nuestros principios fundamentales, la misión, la visión y los valores. Que la ilusión no nos haga cometer el error de ir por una vía muerta.
Definamos nuestro modelo de negocio. Para entender lo que nos proponemos de manera clara y para poderlo explicar lo mejor es dibujar nuestro modelo de negocio, el famoso lienzo, el canvas. Con el en la mano podremos explicarlo a quien sea y nos ahorraremos pruebas innecesarias. Y como no nos ayudará a decidirnos por el proyecto y por el momento de su puesta en marcha o por su abandono para ir a por otro.
Empecemos desde mínimos. En lenguaje de las lean start-up se llama producto mínimo viable y tanto sirve para el producto como para nuestra manera de comunicar. No queramos prepararnos para salir cuando todo esté atado y bien atado porque nos quedaremos en el camino por aburrimiento, ruina o por cualquier otro motivo. Dejemos las cosas listas para poder funcionar con muy poco.
Preparemos nuestra comunicación. Pensando en el futuro para cuando nos queramos poner en marcha y en el presente porque hagamos lo que hagamos y estemos donde estemos podemos ir adentrándonos de manera sutil pero segura en nuestro nuevo mundo sin que nos afecte a la actividad actual.
Seamos fieles a nuestro actual trabajo. Estamos explorando, no lo olvidemos, y no dejemos de lado nuestra ocupación actual, no desconectemos si no ha llegado el momento. La gran ventaja de actuar a tiempo es que tenemos el control de la situación y por lo tanto no tiene sentido que nos asalten ni el pánico ni las prisas. Nuestra empresa actual no merece ninguna desconsideración y, sobre todo, no mordamos la mano que nos alimenta.
Hagamos una buena salida cuando se produzca la desconexión. Como lo tendremos todo o casi todo previsto sólo nos quedará ejecutar el plan y gestionar las excepciones
Planificar nuestro futuro es dibujar la huella que queremos seguir dejando y es un ejercicio básico de Marca Personal. Si quieres planificar tu futuro cuenta conmigo.
Por Jordi Collell. PersonalBrandingQueMarca.