“La revolución fue un grave error de los sindicatos y de los partidos de izquierda”. Profesor- Historiador Luis Suárez.
La innecesaria y frentista “Memoria histórica” iniciada por Zapatero, ha conducido a un interesante análisis revisionista de nuestra pasada historia sobre la indeseada trilogía IIª República-Guerra Civil-Dictadura, tanto globalmente como en sus hechos o sucesos más característicos y, en general, muy poco ejemplares.
Hoy me referiré a la cruenta y antidemocrática “Revolución de Octubre del 34”, y particularmente en Asturias, que este mes de octubre de 2016 cumple 82 años.
Se conoce como “Revolución de Octubre del 34” a los sucesos acaecidos en la IIª República entre los días 5 y 19 de octubre de 1934, caracterizada por ser un movimiento huelguístico, revolucionario e insurreccional, precisamente en el bienio radical-cedista, contra el Gobierno constitucional y la legalidad democrática, alentado por amplios sectores e importantes dirigentes del PSOE y la UGT como Indalecio Prieto y Largo Caballero y también, aunque de forma territorialmente más desigual, por la anarquista CNT y los comunistas del PCE.
La rebelión estaba convocada en toda España, pero los focos principales se localizaron en Cataluña y Asturias, produciéndose en esta última los sucesos más graves.
Tras las elecciones generales de 1933, la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas) de Gil-Robles se convierte en el partido más votado, y a pesar de no contar con ningún ministro en el Gobierno, apoyarán el monocolor gobierno del radical Lerroux hasta que en octubre de 1934 exigen participar en el mismo.
El Presidente de la República Alcalá-Zamora, a pesar de las dudas sobre la doctrina del “accidentalismo” de las formas de gobierno de Gil-Robles, indica a Lerroux que incluya tres ministros de la CEDA en el gobierno, lo que incomprensiblemente no es aceptado por la izquierda, especialmente por el PSOE que esperaba se adelantasen las elecciones generales.
El día 5, la UGT declara en Madrid la huelga general, no apoyada por la CNT, intentando los revolucionarios inútilmente asaltar la Presidencia del Gobierno y siendo encarcelados, al igual que ocurre en Guipúzcoa y Vizcaya, sin apoyo de los nacionalistas, pero con un saldo de más de 40 muertos. En Andalucía, Extremadura y Aragón son los campesinos quienes no secundarán la huelga, hartos y agotados de las anteriores.
Institucionalmente es muy grave que el gobierno de la Generalidad de Cataluña presidido por Luis Companys de ERC, proclamara el Estado Catalán, en la noche del 6 al 7: declarado el estado de guerra, el ejército, al mando del general Batet, domina la situación en apenas 10 horas y con 50 muertos, detiene a Companys, y se suspende la autonomía catalana.
En Asturias se producirán los sucesos más graves por la mejor organización logística y solidez de las alianzas proletarias, plasmada en la UHP por CNT y UGT, con la conformidad del PSOE-FSA, a la que se irán adhiriendo otras como el BOC y el PCE.
Proclamada en Oviedo la República Socialista Asturiana, se atacan cuarteles de la Guardia Civil, iglesias, ayuntamientos,…, se toman las fábricas de armas de Trubia y La Vega, se forma el denominado “ejército rojo” que reprime duramente, se asola buena parte de Oviedo incendiando su Universidad y el teatro Campoamor, y dinamitando la Cámara Santa.
El gobierno considera la revuelta “una guerra civil en toda regla”, llamando a los generales Godez y Franco para reprimirla desde el Estado Mayor de Madrid, y encargando al general López Ochoa que comande las fuerzas de legionarios y regulares traídos de Marruecos, con la conformidad del radical Hidalgo, Ministro de Guerra: López Ochoa junto con el coronel Yagüe liberan Oviedo y poco después Gijón, entrando en las Cuencas Mineras, con la consiguiente represión posterior, mayor o menor según opiniones.
(El capitán Lozano, un militar profesional, participó al mando de su Compañía en la pacificación de los insurgentes, militar que era abuelo del ex presidente Zapatero)
Se estima que en toda España hubo más de 2000 muertos, parte de ellos carabineros y guardias civiles, soldados, guardias de asalto, y unos 40 sacerdotes, sometiendo a juicio a más de 20000 detenidos.
Como Conclusiones, este golpe, preludio de la Guerra Civil en 1936, se mueve según los diversos autores, desde las tesis de un golpe marxista y separatista contra España, más focalizado en Asturias y Cataluña, a una reacción espontánea de las masas trabajadoras y revolucionarias contra la inminente llegada al poder del conservadurismo de la CEDA, ganador de las elecciones generales anticipadas de 1933 por mayoría simple.
El hispanista Stanley G. Payne escribe: “Los llamados republicanos, no los radicales de Lerroux, sino los de la coalición Izquierda Republicana de Azaña, habrían sido los responsables de la desaparición de la IIª República por haber colaborado sin apenas reservas con las facciones más extremistas y revolucionarias de la época representadas en el PSOE, permitiéndoles todo tipo de desmanes a pesar de su colaboración probada en esa revolución”.
El recién fallecido profesor Gustavo Bueno dice, sobre las pretensiones de la Insurrección:”Objetivos diversos, pero que se creían convergentes, en principio. Muchos se contentaron con la fórmula negativa de «detener al fascismo». Pero quienes utilizaron las fórmulas de la Revolución Social y otras similares, pretendieron mucho más, aún cuando estuvieran de acuerdo en el objetivo inicial, derribar la República burguesa, para instalar otra de signo soviético unos, de signo anarcosindicalista otros, o de signo socialdemócrata fuerte unos terceros”.
Hay evidentemente otros enfoques y consideraciones, pero sin duda fue un golpe muy cruento contra la legalidad establecida, siendo interesante llevar este proceso “revolucionario” a un sosegado debate intelectual alejado de confrontaciones sociales, que ya parecían superadas por la distancia de 82 años y por la reconciliación política de los 40 de la Transición.
Escrito para azperiodistas.com por Antonio Checa Pérez.